El carnaval de Barranquilla es para el mundo. Es una expresión que año tras año mueve alrededor de 1, 6 millones de visitantes (según cifras de la Cámara de Comercio en 2016), genera unos 4.500 empleos formales y moviliza unos 52.000 millones de pesos.
Es un orgullo para los habitantes de la Arenosa, que lograron hacer propia una expresión que no nació con la ciudad pero que es vivida a diario, y lo más importante: institucionalizada para su preservación.
En el marco de esta gran fiesta, vale hacer un recuento por sus orígenes y cómo logró convertirse en lo que es hoy.
Divertirse antes
de abstenerse
Los carnavales como celebración, tuvieron lugar en Cartagena traídos de la cultura europea.
La palabra, viene del italiano carne y levare, o quitar la carne, que llevándolo a un significado terrenal, popular, habla de divertirse antes de entrar en sobriedad. El carnaval nace para darle libertad a la gente antes de empezar su período de abstinencia, de penitencia, de mortificación del cuerpo, con unas fiestas donde se estimula al desenfreno y al consumo sin límites.
En Colombia, se celebra días antes del miércoles de ceniza.
En el libro, Carnaval, la fiesta sin fin (recomendadísimo), Mirtha Buelvas Aldana, antropóloga y miembro del Consejo de Patrimonio Distrital de Barranquilla, cuenta la historia de estas carnestolendas. Y es que desde su aparición en La Heroica, según investigadores, la fuerte mano de la Iglesia Católica no las dejó prosperar.
Una cita en el texto anota que el obispo de Cartagena en 1784, señaló de los festejos que “desde el 2 de febrero hasta el carnaval, experimentándose muchos desórdenes en la bebida, y cometiéndose muchas graves ofensas contra Dios, que causa pudor el verlas”. (Gutiérrez, citado en Rey, 2008:97).
Si bien en Cartagena florece por un tiempo el carnaval gracias a los cabildos, congos o minas de negros, fueron cediendo terreno para darle lugar a las fiestas novembrinas y a las fiestas de la Virgen de la Candelaria.
Es cuando aquí se quedan con las fiestas de la Candelaria, esas muy populares y multitudinarias, y con las bellezas que año tras año pisan su suelo, guardándose lugar a la élite y cerrándose a lo popular.
Se va el carnaval, se va el carnaval, se va para Barranquilla...
Puede haber pasado que mientras en Cartagena se celebraran en la época de la Colonia estos carnavales (siglos XVI y XVII) en Barranquilla también, pero este dato es desconocido porque La Arenosa en ese entonces, era una población irrelevante, pequeña. Por eso, afirman los historiadores, es que existen pocos registros.
Los datos que se conocen del inicio de estas fiestas aparecen cuando Barranquilla empieza su auge económico. Cartagena pierde su monopolio en cuanto al comercio exterior, luego que el caserío de Sabanilla, a poca distancia de Barranquilla, habilitara las importaciones y hasta las exportaciones.
Es desde ahí que se empieza a conocer esta celebración.
Pero, ¿por qué la acogen en ese lugar, mejor que en cualquier otro lugar hasta entonces?
La explicación está en el “origen plebeyo” que tiene la capital del Atlántico, según el investigador Adolfo Meisel Roca. Eso se ve hasta en su nombre, alejado de santos y de honores a ciudades españolas.
Su nombre, Barranquilla, viene de las barrancas que había cerca de la desembocadura del Río Magdalena, que no se inundaban fácilmente por las crecientes de agua. Ahí se conglomeran familias libres de todas partes.
Llegan personas de diversos países del mundo, alemanes, ingleses, del Medio Oriente, inclusive, de la Costa Caribe, desde Santa Marta, Cartagena y Mompox. Todos confluyen en un nuevo territorio donde los más “echados” pa´ delante en los negocios son los que sobresalen, sin importar raza ni origen. Barranquilla disfruta de ser una ciudad sin el enorme peso de la Iglesia Católica, con libertad y gente de todos lados, lo que dio paso a nuevas costumbres. La ausencia de un pasado colonial y religioso, hace que muchas personas se empiecen a unir a esta celebración.
“Sin familias con abolengos de origen colonial, o pretensiones de ser los descendientes de los próceres de la independencia, sin la impronta de la esclavitud, y del régimen de castas”, señala el texto.
Y es que mientras en Cartagena, por mantener este abolengo se gastaban el dinero en regulares fiestas y celebraciones, en Barranquilla no había fiesta que hacer, más que el carnaval en el que aunaban todas sus fuerzas una vez cada año.
Existe en Barranquilla a su vez, la permisividad en cuanto a las expresiones culturales, a fin de fortalecer su carnaval, llevando a gente de todos los rincones a mostrarse. La danza del Garabato viene de Ciénaga Magdalena, la de las Farotas, de Talaigua Viejo y la danza del Congo viene de los esclavos de Cartagena.
(...)
Es así, como Barranquilla se queda con la alegría, la hace suya a conveniencia. Ya es un estilo de vida que los vuelve felices, y orgullosos. El barranquillero se la pasa todo el año como si estuviera en carnavales, con alegría ante la vida pese a las adversidades.
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