Facetas


Corrupción: la víbora que se muerde la cola

LAURA ANAYA GARRIDO

13 de agosto de 2017 12:00 AM

Te robaste un insignificante y viejo lápiz. Fuiste a la tienda por verduras y nunca le diste el vuelto a mamá. En el almacén, te comiste un chicle que nadie pagó. Te subiste por la puerta de atrás de la buseta y te bajaste sin pagar a propósito. Te sentiste orgulloso por el impecable ‘machete’ gracias al cual pasaste el último examen de química. También aquel día que incluyeron tu nombre en un trabajo grupal que ni siquiera leíste. Te robaste el internet del vecino. Te inscribiste como víctima en una oficina para obtener un subsidio pero ni siquiera sabes qué es guerra. Pagaste unos cuantos pesos al electricista del barrio para que reconectara la luz que te cortaron por moroso. Alteraste el medidor del agua para que el recibo llegue más barato. Te entregaron vuelto de más el otro día en la tienda y te quedaste callado. Te colaste en la fila del banco y en la de Transcaribe. Te emborrachaste el domingo, sabiendo que debías trabajar el lunes, y llamaste a tu amigo médico para que te hiciera una incapacidad falsa. Vendiste tu voto por un abanico nuevo.

Ahora, ¿puedes decirme qué es corrupción?

Yo podría decirte que la palabra viene del latín del corrupt?o, del prefijo de con- y rumpere, que traduce “romper o hacer pedazos”. Que corrupción viene de corromper y la Real Academia Española dice que significa “alterar y trastrocar la forma de algo. Echar a perder, depravar, dañar o podrir algo. Sobornar a alguien con dádivas o de otra manera”. Pero también es aquello de “marica el último”, “el vivo vive del bobo” y también es cuando dices que está bien si los políticos “roban, pero hacen”.

La rosca no es mala, lo malo es...
El politólogo Pablo Abitbol me dice que la corrupción es como una serpiente venenosa que se muerde la cola, pero no ha muerto y que es “un espectro continuo que va desde la gran corrupción hasta una más cotidiana”. De esa “gran corrupción” se ha hablado bastante por estos días en Cartagena: mordidas, dádivas, sobornos, robos en los grandes contratos del Estado y las empresas privadas. La cotidiana habla de normalizar no solo “el quiebre de normas legales, sino además de normas morales, de convivencia, respeto y consideración entre los ciudadanos”. Ninguna es mejor o peor que la otra y no existe ninguna investigación que pruebe que una causa la otra, explica Abitbol. Lo que sí es evidente es que hay comportamientos corruptos o inmorales “legales”, pero no por eso menos corruptos, que han sido normalizados y legitimados por la sociedad, por el Estado y por las empresas.

Un ejemplo: es casi que un lugar común decir que para acabar con la corrupción hay que educar mejor. Más y mejores maestros, más y mejores colegios, invertir más en la educación, pero: ¿De qué sirve tener un estudiante brillante si al final para conseguir un puesto en la Administración solo necesitas estar en “la rosca”? Porque por los siglos de los siglos nos han enseñado que la rosca no es mala, malo es no estar en ella. ¿Para qué ser el mejor de la clase si para conseguir un buen trabajo en una empresa lo único que necesitas es “palanca”?

Sí: el clientelismo y la “palanca” sirven para incentivar a los mediocres, porque aniquilan la meritocracia, ¡y qué importa si pasaste el colegio y la universidad a punta de “machete”! Tienes el diploma y estás en la “rosca”: ganarás dinero. Sobrevivirás.

“Justificar las conductas corruptas en todas las escalas responde a varios mecanismos psicológicos, sobre todo para seguir viviendo normalmente en situaciones disfuncionales. Estamos hablando de normalizar la corrupción: nos decimos esto es normal, la realidad es así, entonces hay que adaptarse para sobrevivir. Tú no puedes adaptarte y sobrevivir en un sistema estructuralmente corrupto si no lo normalizas, entonces comienzas a hacerte el de la vista gorda y luego a actuar”, asegura Pablo.

¿Y qué hacer para aniquilar a la serpiente? No ha servido castigar, tampoco funcionan las campañas cívicas o de cultural ciudadana, ¿entonces? “Más allá de las típicas fórmulas, tendríamos que voltear la mirada y exigirle a políticos y empresarios que revisen su forma de hacer política y de contratar personas que están buscando su primer empleo, porque muy probablemente ahí, en ese sistema, se alimentan los incentivos para comportarse de una u otra manera; más que pensar en aumentar los castigos o intervenciones como campañas de cultura ciudadana o educación en valores, uno tendría que hacer visible el origen sistémico y estructural del problema”, concluye Pablo.

“Está bien que robe, pero no tanto”
Para Jair Vega, docente universitario y sociólogo, no es que siempre hayamos sido corruptos o que sea un defecto inherente a los colombianos, y no siempre seremos así. Hay varias realidades que alimentan la corrupción: primero, la gente se justifica pensando que “no siempre hacer las cosas al derecho funciona”, nadie te garantiza que trabajando como un burro te vuelvas rico, pero si te metes a narco y “coronas” un cargamento tendrás plata fácil; segundo, cada quien quiere aprovechar su pequeña porción de poder para sacar beneficio propio, entonces el pastor se aprovecha de su rebaño, el líder de su comunidad y así. Y si no usas tu pequeño poder para sacar provecho personal, serás señalado como el bobo que no obtuvo su tajada. A veces, ser corrupto “deja de ser visto como algo negativo, y la gente lo va viendo casi que como una virtud”, dice Jair. Si fuiste político, pero terminó tu carrera y aún eres pobre, te dicen: “tú sí es bobo, de todas maneras van a hablar de ti, hubieras robado”. “La gente comienza a privilegiar y a valorar el ‘vivo’ para decir que es inteligente, mientras que al que no lo hace lo consideran bobo: no aprovechó la papaya que le dio la vida. De pronto les sorprende alguien que lo haga demasiado, pero no recriminan que sea corrupto, sino que se dejó pillar. Lo malo no es que sea corrupto, sino que el tipo es bruto y que llegó al extremo de dejarse coger”.

Epílogo
Pero tú podrías decirme que cuando te robaste el vuelto o te comiste el chicle estuvo bien porque nadie te vio, entonces no hay delito.

Pero, ¿sabes? Jair Vega dice que buena parte de la corrupción existe porque tú ves la honestidad como una virtud y no, no puede ser una virtud. No aplaudas a los honestos: no es una opción, tiene que ser un requisito para ser ciudadano. Por eso, enséñale a tu hijo que no se debe robar el lápiz, por más viejo e insignificante que sea.

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