Facetas


Coleccionistas de "pieles"

Nos despierta pasión, amor, locura, dolor y hasta envidia. Es un trabajo y a la vez un hobby, producto de un sentimiento irracional que las personas sanas llamarían ocio o incluso vagabundería. Fanáticos, acumuladores, desocupados, nostálgicos, caballeros, románticos, ‘viejitos’, atrapados en el tiempo y en la locura llamada fútbol.

Como nos cuenta el periodista Adolfo Zableh en su libro ‘Amor a la camiseta’, antes de los 90 era una rareza conseguir en Colombia una camiseta original o una réplica de cualquier equipo del mundo. Ni siquiera era común que los equipos locales sacaran réplicas de sus vestuarios para comercializarlos. Mucho más difícil era adquirir una camiseta de un club o una selección de otro país. Incluso, si tenías la posibilidad de viajar a Europa y contabas con dinero suficiente para adquirir algún uniforme de fútbol, aún no se tenía la costumbre de hacer de una prenda deportiva un artículo de colección y culto.

Después de EE. UU.

Sería el Mundial de Estados Unidos, en el año 94, el que le daría un impulso significativo a la industria textil del fútbol. Aprovechando los años de experiencia con los que contaba en el mercado nacional, comercializando prendas deportivas de los distintos equipos de fútbol americano, baloncesto y hockey, entre otros, el mercadeo gringo catapultó en todo el mundo la necesidad de comprar y coleccionar camisetas, no sólo del equipo favorito, también de otros equipos. De esta manera, el fútbol podía ser parte de todos y todas, ya no solamente un evento para acudir el fin de semana a una cancha.

Antes de Italia 90, todo lo que tenía que ver con el vestuario de los futbolistas, era bastante primitivo. De la mano de la historia de los mundiales, ha ido avanzando y evolucionando la industria textil. Se han ido creando nuevas telas, productos de mejores materias primas que han hecho mucho más fácil los procesos de estampado y bordado. Esta evolución en la moda dio incluso inicio a una tradición que ahora se nos hace normal y cotidiana, como lo es el intercambio de camisetas que los jugadores realizan al final de un partido. Hasta las décadas de los 70 y 80, los jugadores contaban con un número limitado de prendas, las cuales debían cuidar y reutilizar en los partidos siguientes hasta que el torneo finalizara.

En el Mundial del 86, el técnico de la selección de Argentina, Carlos Bilardo, le solicitó a la marca francesa Le Coq Sportif, que hiciera las camisetas lo más livianas posibles debido al calor que se sentía por esos días en el país azteca. La empresa cumplió, pero solo con la versión titular, y no con la suplente, con la que los suramericanos tenían que enfrentar a Inglaterra. Como nos cuenta Zableh en su libro, los argentinos tuvieron que salir por toda Ciudad de México a buscar unas camisetas de reemplazo, con el agravante que debían tener el logo de la compañía francesa del gallo. Increíblemente las consiguieron y las empleadas del hotel se encargaron de coser los escudos de la AFA. Quizás los dioses del fútbol se encargaron de ponerles en su camino camisetas con poderes e hilos mágicos, pues ese día Argentina consiguió una de las victorias más importantes y decisivas de esa Copa, dejando para siempre en la memoria colectiva el gol más polémico en la historia de los mundiales, así como el más bello.

Más de camisetas

En lo personal me enamoré de las camisetas de Alemania y Colombia en el Mundial de Italia 90, quizás por la emoción del recuerdo de aquel gol agónico de Rincón, perdón, de ese golazo, que nos permitió empatarle al equipo más duro del torneo y que a la postre terminaría siendo el campeón. Los diseños de estas camisetas, ambas Adidas, muy similares entre sí con la diferencia de los colores, se mantienen en mi paladar como dos de las más bonitas, al menos desde que soy consciente y enamorado de la pelota. Gracias a los partidos que he visto en vivo y de los que he podido repasar gracias a resúmenes y archivos históricos, puedo sacar un top 10 de las camisetas, no colombianas, que por bellas y significativas permanecen en mi paladar como las más destacadas de los mundiales. El orden puede variar, pero sería algo así: Holanda 74, Alemania 90, Dinamarca 86, Italia 82, Argentina 90, Brasil 82, Francia 98, Inglaterra 90, Escocia 82 y España 2010.

Los coleccionistas

En Colombia, personas como Orlando Plata, exprofesor universitario e hincha del Santa Fe, quien tiene al menos setecientas camisetas, y Nelson Bobadilla, un llanero hincha del Deportivo Cali, quien tiene cerca de 2000, son los más reconocidos coleccionistas y se mueven en los círculos de subastas y de grupos especialistas con gente de todas partes del mundo.

Para el periodista José Orlando Asencio, que tiene una colección de 130 camisetas, entre clubes y selecciones, con al menos 30 diferentes de la selección Colombia, las más representativas por históricas son las de Argentina 1986, Alemania 1990, la de Inglaterra del 82, la de Brasil de 1978 y la de Colombia del Mundial pasado, de las cuales sólo le falta conseguir la de los alemanes. Las que tienen un mayor valor emocional son una de la Selección que les firmó el Pibe Valderrama y una de Argentina firmada por Mario Kempes. Así como una de Mario Alberto Yepes cuando jugaba en San Lorenzo.

Otro conocedor y fanático de la moda futbolera, es el también periodista Nicolás Samper, quién respira fútbol las 24 horas. Algunas de sus camisetas favoritas se las cedió en un acto de ‘locura’ su colega Antonio Casale, quien por necesidad de espacio se tuvo que deshacer de unos modelos. “Sabiendo que yo las coleccionaba, me obsequió la del Newcastle del año 97 de Faustino Asprilla, la de Uruguay del último Mundial, una de Millonarios del año 91, que creo que usó Jorge Ramón, y una absolutamente hermosa del Lazio”. Nos cuenta que en algunas ocasiones ha tenido que comer sólo lentejas por dos meses para ahorrar y comprar algunas camisetas que ha querido. Tal vez no tenga la colección más vistosa ni brillante, pero cuando ve alguna que le gusta mucho trata de hacer todo lo posible por conseguirla, nos cuenta Samper, que irá a su primer Mundial en Rusia.

Por su parte, Antonio Zableh, que tiene entre 100 y 120 camisetas, no las guarda o conserva en “un santuario” como artículos de coleccionista, sino que las usa en los partidos que juega con amigos y como prendas de vestir. Especialmente porque todas, a excepción de las de Colombia, las ha comprado y no son artículos usados por algún jugador, las cuales sin duda guardaría en un lugar especial.

Sus primeras camisetas las adquirió en el año 92, cuando tenía 16 o 17 años. Fueron las Umbro del Inter de Milán y del Ajax de Ámsterdam, y a partir de allí ha ido adquiriendo variados modelos, que organiza por color y no por marca o equipo, los cuales consigue especialmente cuando viaja fuera de Colombia.

Para Zableh las camisetas históricas más llamativas son la de Escocia 1990 o la que se usó entre 2012 y 2014. Cualquiera de Inglaterra, pero en especial la de 2012, así como la de Irlanda de ese mismo año. Las de Noruega, casi todas. Considera sin dudarlo que los europeos tienen los diseños más bonitos.

Dentro de los modelos que ha utilizado Colombia, el periodista barranquillero se queda con la roja del pasado Mundial, pero más allá de ver cuál es la más bonita, o en algún tiempo previo al amarillo, la menos fea, lo que se debe destacar de la camiseta nacional, no es sólo su valor estético, histórico y comercial, sino la forma cómo se ha convertido en un símbolo de unión e identidad, tal vez el más fuerte que puede tener cualquier país.

La tricolor

A pesar de unos inicios desordenados, el fútbol colombiano fue creciendo alrededor de su selección, encontrando una identidad propia. Mucho se demoraron en conseguir el diseño y los colores que recogían la pasión que la selección despertaba, pero cuando lo lograron en la década de los 80, el amarillo el azul y el rojo se entrelazaron con la piel y la sangre de toda una nación que vibra cada vez que la selección salta a una cancha y se funde en un gran abrazo amarillento.

Luego del Mundial de Brasil, la pasión por el equipo se desbordó y ya la camiseta pasó a ser un artículo casi obligatorio en cualquier guardarropa. Se convirtió en un artículo de buena suerte y con el que nos llenamos de optimismo y verraquera cada vez que nos la ponemos. 81 años han pasado desde la primera camiseta, de la cual no sabemos exactamente a partir de qué materiales se hizo, utilizando durante mucho tiempo los tradicionales blanco o azul, e incluso hasta un polémico naranja-zapote, hasta llegar a la camiseta con la que actualmente nos identificamos y con la que el mundo nos conoce y respeta. Una prenda en la que van cosidos, estampados y bordados los sueños de todo un país.

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