Facetas


Clases de venezolano puro

- ¡Oye, chica!, ¿por qué estás arrecha?, te dije que te voy a pagar tus reales...ven, ayúdame a recoger los peroles.
- ¡Nooo, vale!, es que Daniel quiere empatarse conmigo y a mí no me gusta el catire ese.

Camilo escuchó esta conversación entre dos mujeres en el Centro de Cartagena y, antes intentar descifrarla bien, se encontró con otro diálogo entre dos ‘chamos’:
- Mira, pana… ¿me prestas tus cotizas?
- Sí, claro, yo te las presto. Pero si coleteas el piso.

¿Cotizas? ¿De qué estarán hablando?, intentó preguntar y la respuesta no resolvió sus dudas: ‘Cotizas son unas cholas’, le dijeron.

***
Es el lenguaje ‘venezolano’ que ha llegado con el éxodo. La jerga y los modismos también migran con los ciudadanos que huyen de la dictadura. En Venezuela, a unos mil kilómetros de Cartagena, si Camilo debe dinero a otra persona y no quiere pagar, fácilmente pudiera decir: “Te pagaré en el año de la pera”.

Si un disparo al aire hiere a alguien puede decirse que la víctima fue impactada por una ‘bala fría’. Claro está que una ‘bala fría’, también puede comerse porque es una comida rápida (perro caliente, emparedado o hamburguesa).

Si Abraham, un empleado cualquiera, después de almorzar en su trabajo, queda exhausto y decide tomar una siesta, se estará ‘echando un camarón’. Y si él está muy interesado en robarle la ‘jeva’ a su amigo Raúl, se puede decir que le está ‘soplando el bistec’.  Son ‘dichos’ y palabras venezolanas. Si aquí, en Cartagena, te encuentras a alguien en la calle que te dice: ‘Dame la cola’, no pienses en una proposición indecente, ten claro que solo está pidiendo un aventón.

Geraldine Soto le da el seno a una niña, sobre la avenida Venezuela, en el Centro Histórico. Está vendiendo caramelos con su esposo y dos niños más. Salta emocionada para decirme que ella es maracucha, donde tienen un ‘cantadito’ especial para hablar. “La gente enseguida me saca que yo soy maracucha (de Maracaibo). Allá tenemos un hablado y palabras totalmente distintas a toda Venezuela”, dice. Enfatiza en que lo que puede significar una cosa en Maracaibo, en Caracas puede ser muy distinta. Por ejemplo, el coleto es llamado lampazo en el occidente de ese país.

Mientras que Juan Carlos Marrero, un cantante urbano de Caracas, me explica que en Cartagena aprendió una expresión que utiliza con frecuencia: “Se fue así”, también me cuenta entusiasmado que ‘cachito’ no es precisamente una pequeña infidelidad, porque el ‘cachito’, al igual que la ‘bala fría’, se come.

Hellen Vega no se olvida de ese día en que gritó en voz alta en pleno Centro de Cartagena: ‘¡Estoy arrecha!’, y un grupo de hombres le respondió obscenidades en coro. Ni tampoco ese otro día en que un ‘colector’ (esparrin) de una buseta dijo en voz alta: ‘Coje a la mona’. Ella, ofendida, le respondió: “Más mona será tu (%&”%!) y ve a coger a tu (?”%&#)”. Luego estuvo apenada, cuando los pasajeros se burlaron de ella.

Al llegar a Cartagena desde el estado de Anzoátegui, Marcela Vivar tenía tanto calor que quería chuparse una ‘teta’, no la encontró por ningún lado, pero sí pudo disfrutar de un boli, que al fin y al cabo es lo mismo, con distinta forma.

Más palabras
Familias enteras vendiendo caramelos pueden verse en las afueras de centros comerciales, en los parques, plazas, o semáforos llenos de limpiavidrios y lavamotos, pidiendo monedas. Son más las ventas de arepas venezolanas y de cachapas. Otros venezolanos apelan a la gentileza, al buen corazón, y alzan un cartel que en términos generales dice: “Ayúdeme, tengo a mi familia en Venezuela”, esperando limosnas.

Esa, que está en las calles del mundo, es la Venezuela que se ha fugado para sembrar raíces fecundas en otras latitudes. Una Venezuela que desbordó sus fronteras y empieza a mezclarse, intercambiarse, a crecer, más allá de sus límites territoriales.

Quizá sean ‘chamo’ y ‘cónchale’, algunas de las palabras que usted habrá notado con mayor frecuencia entre el bullicio de las calles en Cartagena, pero seguramente se preguntará qué significan otros términos y expresiones.

Entonces, un ‘papelón’, aunque suene así, no es un gran papel en una novela, cepillado tiene un significado distinto a un arreglo de cabello. Por supuesto, estar arrecho no significa lo que usted está pensando y el término ‘coger’ podría ser una ofensa. Ha oído usted palabras como ‘parchita’, ‘chalequear’, ‘cotufas’, ‘jababolas’, o ha visto cómo se arma un ‘bululú’ entre unos venezolanos.

Tal vez, en un tiempo no será raro encontrar que la ‘reina pepiada’ se venda a la par de la empanada con huevo, o que el ‘pabellón criollo’ se sirva en las mesas cartageneras.

En doble sentido
El sociólogo, docente e investigador de la Universidad del Norte, Jair Vega, explica que cuando suceden este tipo de migraciones, se da un proceso de interculturalidad donde “los elementos culturales empiezan en un proceso de negociación y, generalmente, cuando las personas que llegan son pocas, la tendencia es a que su cultura comienza a desaparecer y a adaptarse a la cultura local”, menciona. Pero “cuando los grupos humanos que llegan son significativos, inclusive comienzan a establecer colonias, comienzan a generar una influencia importante sobre la cultura local”, añade Vega.

Según el sociólogo, si hay una permanencia, esa influencia va a ser más alta. “Hace mucho tiempo le escuchaba a Juan Gossaín una anécdota, contaba que él había llegado a un pueblo y escuchaba expresiones como ‘cáspita’, ‘recórcholis’. Entonces se dio cuenta de que un profesor, para enseñar a leer, utilizaba todas esas cartillas de Disney, donde estaban esas expresiones que se habían convertido en algo del diario vivir de la gente del pueblo”, narra.

“El tema con esto es que, finalmente, cuando es un grupo importante de personas, van a tener también alguna fuerza y eso va a marcar, porque inclusive muchas de las expresiones que plantean comienzan a volverse deseables para el conjunto de la población”, dice.

Más arraigo en la Costa
La interculturalidad puede darse en aspectos como el lenguaje, en la manera de vestir y en la música. “En el caso del Caribe colombiano, muchos de los casos son retornos, la gente que llega tiene mucha conexión con lo local, porque su abuelo o sus padres viajaron a Venezuela en alguna época, entonces ellos también encuentran ya una raíz y han mantenido una comunicación. Esto hace que tengan mucha fuerza para el arraigo porque, de una u otra manera, también se consideran como una raíz de Colombia”, sostiene el sociólogo Vega.

Así la jerga, el léxico, la culinaria y la música podrían constituir un capital simbólico de los venezolanos, a través del cual serían reconocidos en el Caribe. Anota que es importante estudiar sociológicamente los cambios que puedan surgir, pero también “es importante la apertura y la tolerancia a quienes llegan, digamos ese diálogo también es importante para evitar la xenofobia a la culturas externas”.

 

 

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