Facetas


Carlos Alemán, una memoria de cien años

Uno se podría pasar todo un día conversando con el abogado y periodista Carlos Alemán Zabaleta (Mompox, Bolívar, 1919), que acaba de cumplir 99 años, y tiene una lucidez prodigiosa y cinematográfica de cómo era la vida en el Caribe colombiano, hace un siglo.

Desde hacía años estaba en su búsqueda y, en este viaje a Bogotá, dialogué con él durante muchas horas, en el balcón de su apartamento, gracias a mi amigo, el escritor e investigador Roberto Montes Mathieu.

Carlos Alemán fue amigo cercano de una generación de periodistas, escritores y artistas de los años treinta y cuarenta, entre Cartagena, Barranquilla, Mompox, su ciudad natal, y Bogotá. Conoció al poeta Luis Carlos López, “El Tuerto” López, y fue amigo cercano de su hermano Domingo López Escauriaza, Clemente Manuel Zabala, Héctor Rojas Herazo, Óscar y Ramiro de la Espriella, Gustavo Ibarra Merlano, Óscar Delgado y Gabriel García Márquez. Lo que asombra al escucharlo es su grave timbre de voz para declamar poemas de memoria. “Es que yo siempre fui orador”, dice.

Ahora está sentado en su mecedora y junto a una mesita tiene un enorme libro que está leyendo con pasión: “Del amanecer a la decadencia. Quinientos años de vida cultural en Occidente, de 1500 a nuestros días”, de Jacques Barzum, publicado por Santillana.

Antes de empezar nuestro diálogo, nos dejó en blanco con esta aseveración: “Yo estoy muerto ya”, dijo con una sonrisa en los labios.

“Va a conversar usted con un hombre de cien años. El más grande problema del ser humano es la soledad. Me lamento no poder conversar con los autores de los libros que leo”.

Su inmensa biblioteca está inventariada y solo necesita decirle a su asistente, Juan Pablo Parra, que busque en un punto cardinal de la casa, definido en su memoria, dónde está un libro que leyó hace medio siglo. Y su asistente no se pierde. Va directo a los libros que él desea releer o investigar. Ahora, las carpetas de periódicos y libros viajan a 1937, en que le pregunto por su amigo, el iluminado poeta Óscar Delgado, asesinado ese año de un disparo, en medio de la intolerancia política, entre conservadores y liberales, en su pueblo natal de Santa Ana, Magdalena.

Una semana antes de esa tragedia, Carlos Alemán había recibido a su amigo en su casa de Mompox.

Óscar Delgado era uno de los más brillantes poetas de su generación en el Caribe y en el país. Amigo personal del poeta Aurelio Arturo. Sus poemas deslumbraron a sus lectores en los suplementos literarios del país. Alemán lo evoca, bajito, delgado, moreno, introvertido, con un gran sentido del humor. Sorprendía la manera de reírse. La suya era una sonrisa de oreja a oreja. Le gustaba pintar paisajes y tocar vals y mazurcas en el piano. Había estudiado piano con el maestro Emirto de Lima.

Y cuando escribía sus poemas, algo de la música y de la pintura fluía en sus versos, algo etéreo y de una fina sensibilidad. Leyendo sus poemas encontramos “sutiles afinidades, con las sinfonías musicales de Claudio Debussy”, dijo en 1936, Tomás Vargas Osorio.

El poeta estuvo muy cerca de sus colegas de los grupos literarios Los Nuevos y Piedra y Cielo, pero al igual que su amigo, Aurelio Arturo, era una voz distinta y personal en el panorama nacional de la poesía. Gracias a su amigo Carlos Alemán, se  editó el único libro que se conoce de Óscar Delgado: Campanas encendidas, que revela la grandeza de uno de los mejores poetas que ha tenido Colombia.

Así escribía el poeta: “La dorada tiniebla de tu piel visible al tacto/ arde como las danzas vegetales/ en la ondulante hoguera lenta de los tambores”. Y en otro verso: “Yo vi crecer tu nombre/ como una flor de ausencia y silencio”. Al día siguiente de su muerte, el crítico Hernando Téllez elogió la obra poética de Óscar Delgado, y lamentó la pérdida de uno de los mejores poetas del Caribe.
  El 11 de abril de 1937 fue uno de los días más tristes en la vida de Carlos Alemán. Ese día mataron a su amigo.

Han pasado ochenta años y el poeta “no ha sido olvidado del todo. La Casa Silva y el Ministerio de Cultura fueron a colocar una placa en la casa natal del poeta en Santa Ana. Además de intolerancia y premeditación, el crimen del poeta, estuvo acompañado de muchas mezquindades y envidias. Incomodaba política y literariamente. Era liberal en medio de una concentración conservadora que planeó en Santa Ana, la muerte atroz del padre y del hijo.

El padre desistió de ser alcalde para no inhabilitar a su hijo que aspiraba a ser diputado. Y el poeta quedó elegido diputado y fueron hasta a su casa a asesinarlo a él, y a su padre.  El país rechazó aquellos crímenes. Al padre lo mataron a machetazos. Al poeta lo mató un cazador de tigres, con un disparo en la cabeza. Todo el mundo, en el pueblo, sabían quiénes  eran los autores materiales e intelectuales. Fue una vergüenza nacional. Actos de una monstruosa sevicia. Los cadáveres no los dejaron ver.

“Jamás me he podido recuperar de aquellas muertes”, me dice Carlos Alemán, con una profunda desazón en el alma.

“Mi amigo Óscar Delgado dejó muchos poemas inéditos, cartas que eran poemas, prosas poéticas, era un artista y un ser humano gigantesco. Las nuevas generaciones se han perdido la oportunidad de conocer a uno de los mejores poetas que ha tenido Colombia. El libro Campanas encendidas, es un verdadero tesoro de la poesía nacional”.
Carlos Alemán se vino temprano a Bogotá a estudiar Derecho en la Universidad Externado de Colombia. Escribía una columna periodística en El Heraldo. Aspirando a ser diputado por Bolívar, recorrió en 1949, la región de La Mojana, en compañía de Ramiro de la Espriella. En medio de la multitud que lo recibía en la Albarrada, vio a un joven que vestía con un pantalón negro de paño, camisa amarilla estridente y abarcas de tres puntadas. Carlos Alemán se acercó a Ramiro de la Espriella y le preguntó: ¿Quién es ese extraño pajarraco?
Ramiro se rio y le dijo: ¿No lo conoces? Ese es Gabito.

Fue así como Carlos Alemán conoció a su amigo Gabriel García Márquez, con quien sostuvo una intensa correspondencia en los años cincuenta, de la que se conserva una curiosa carta enviada por García Márquez, desde Barranquilla, en plena efervescencia, leyendo Ulises, de Joyce.

“Nosotros no hablábamos de nada de literatura. Ese día nos bajamos de la lancha y nos pusimos a beber ron blanco. Gabito se integró al grupo en nuestra correría política por Achí, Majagual, Pinillos, Palomino.  En Cartagena seguimos viéndonos y reuniéndonos en el Hotel Virrey de los Bechara. Allí participaban Clemente Manuel Zabala, Óscar de la Espriella, Héctor Rojas Herazo, a veces, Gustavo Ibarra Merlano y Gabito.  El día en que me iba a posesionar como diputado en la Asamblea en Cartagena, hubo un tiroteo, y dos tiros me chamuscaron la chaqueta.

Aquello fue el final de mi vida política. Vendí dos meses de mi nómina de diputado y me fui con mis amigos a un burdel, a comer, beber, hasta que se acabaran los dos meses de sueldo. Me vine para Bogotá y continué mi vida de abogado”.

Carlos Alemán me enseña los recortes de periódicos y su libro de memorias En cada casa, un piano, que recupera más de setenta años de historias de su vida.
 “Amigo, procure regresar más a menudo por mi casa. Usted hoy me ha quitado veinte años. Me siento de ochenta. El más grande sufrimiento de un ser humano es la soledad. No tener con quién hablar. De las cosas que me arrepiento en la vida, fue haber tenido que vender la famosa carta que me escribió Gabito y que hoy destacan sus biógrafos. Es una carta irreverente, procaz, escrita con el tono de Joyce”.

Epílogo
Dejo a Carlos Alemán solo en el balcón de su apartamento, rodeado de flores rojas y una biblioteca iluminada en el tiempo.

Me sorprende su memoria. Su lealtad con su amigo poeta asesinado. Su nostalgia de Mompox y los amigos muertos como Mario Alario Di Filippo. El enorme libraco que está leyendo son más de quinientos años de historia.

Él dice que ya empezó a cumplir cien años.

Y que la clave de su juventud “es que sigo comiendo mariposas rojas”, dice con picardía.

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS