Por Eidis Figueroa Arnedo
Estás en tu casa, tranquilo y comienzas a pensar en lo inmenso que es el mundo y lo mucho que te gustaría explorarlo. Son miles de direcciones que puedes seguir, puedes tomar la que quieras y nada ni nadie te lo impide. Está decidido. Te irás de tu casa y emprenderás un viaje a lugares desconocidos.
Por fin, hoy es el día que tanto has anhelado, cumplirás tu más grande sueño. Tienes todo listo, pero se te olvidó un gran detalle: tu seguridad. Tu inexperiencia te jugó una mala pasada, no mediste el peligro y las consecuencias que te acechan en el exterior.
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Al salir de tu casa, eres avistado/a por un maleante, le encantó tu gran belleza. Con artimañas se gana tu confianza y te atrae hacia él. Tu inocencia es su mayor ventaja, te captura.
Despiertas horas después, ahora tu mundo se vuelve pequeño. Ya no tienes ninguna dirección a seguir y te privaron de toda posibilidad de hacer lo que deseas. Ahora nada es posible, acabaron con tus sueños. Te encuentras en un lugar oscuro, frío e inhóspito. Tu nuevo mundo ahora se limita a un pequeño lugar tras unos barrotes. Sin comida, sin agua y con altas temperaturas, de esto se compone tu nueva vida, esa vida que no le desearías a nadie y que infortunadamente te la impusieron.
Imagínate, es un lugar tan pequeño que no puedes moverte con libertad, tus extremidades se lastiman con los barrotes al moverse en la diminuta caja en la que te encuentras. Pasan los días y extrañas esa vista que tenías de tu ciudad desde la ventana de tu casa. No has comido y tu cuerpo está débil, aún así escuchas la voz de tu captor poniéndote precio para venderte antes de que mueras.
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No es una situación en la que te gustaría estar, ¿verdad? No puedes siquiera imaginar lo que sería tener un familiar en esta condición tan deplorable. Pero, ¿y si no es una persona? ¿Y si es un animal? ¿Te dolería igual? Espero que hayas respondido que sí, porque no hablaba de una persona, hablaba de los cientos de animales silvestres que son comercializados en Colombia por personas que solo buscan lucrarse por este aterrador medio. No hablan, no se quejan, no pueden decirle a todos lo que sufren, sin embargo, así viven muchos, bajo el yugo y potestad de los que se creen más fuertes y con más poder.
Esta problemática aumenta día a día, trayendo consigo devastadoras consecuencias a nuestro ecosistema, puesto que cada especie cumple una función importante dentro de este. Extraer una especie de su hábitat natural conlleva a un desequilibrio en la naturaleza.
“Sacar a un animal de su hábitat afecta todo el sistema natural, porque cada organismo cumple una función específica en el ecosistema. Si por ejemplo, se extrae y se vende un mono perezoso y este animal estaba consumiendo semillas, en el momento de defecar, los restos de las semillas caen al suelo y pueden germinar nuevos organismos vegetales. Además de que hay insectos que se alimentan de los microorganismos de su pelaje”, afirma Fernando Sánchez, biólogo.
Las personas se han hecho ciegas a las consecuencias de extraer a animales silvestres de su hábitat. “La naturaleza tiene resiliencia, se adapta a los cambios. Sacando un solo animal no hace un gran daño, puesto que otro animal podría cumplir esa función, pero tiene un tope y si son muchos animales que saquen para vender o comer puede causar daños irreparables”, comenta Sánchez.
“Y no solo el ecosistema, la tierra en que vivimos sufre daño, también los animales, obligados a adaptarse bruscamente a cambios de comida, entorno, provocándoles estrés e imposibilidad de adaptación”, añade el experto.
“La modalidad más frecuente de tráfico de especies es transportarlos en cajas de encomiendas que provienen de municipios y ciudades vecinas como Turbaco, Arjona, la zona norte de los Montes de María y del litoral cordobés. Para controlar la comercialización de animales, constantemente se realizan puestos de control a las entradas de la ciudad, visitas a las tiendas de mascotas y operativos de control en las plazas de mercado”, asegura el intendente Jaider Aguilar, jefe de la Policía Ambiental y Ecológica de la Metropolitana.
Pero todo está en nuestras manos, denunciar es la manera más adecuada de acabar con el tráfico de animales. Así que si son testigos de comercialización o cautiverio de animales silvestres deben denunciar a linea 123, en las páginas de la Policía Nacional o en la Fiscalía.
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¿Hasta dónde va a llegar el hombre con el fin de aprovecharse de toda la naturaleza sin pensar en las consecuencias de su abuso?
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