Facetas


Aura Gutiérrez: un tumbao clásico en Suiza

JOHANA CORRALES

11 de octubre de 2015 12:00 AM

Y entonces ella abre la boca y uno comienza a sentir el corazón más pausado, más intenso, más vivo.

Hoy no hay público representativo. El escenario tampoco es el más sublime: la sala de su sencillo apartamento en El Cabrero. Tampoco hay escenografía para recrear la puesta: lo más artístico es el cuadro de fondo de su tío, el famoso pintor Heriberto Cogollo. No la acompaña ninguna orquesta: solo su amiga Victoria, una guitarrista italiana super carismática.

Aura Gutiérrez no solo canta con la voz, canta con el alma. Y uno lo siente.

Es mezzosoprano y la antítesis del artista de música clásica.

Fue becada en la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis en Basilea, Suiza. Recuerda que la primera vez que llegó a la escuela europea la miraron como bicho raro: sencillamente ella no encajaba en ese lugar, ¡qué lugar!, ella no encajaba en ese mundo.

Primero, venía de un estrato social popular, no tenía apellidos distinguidos, era negra, y de ñapa, cartagenera.

“No ha sido fácil. Es decir, yo soy cartagenera desde los dedos de los pies hasta el cabello. Cuando me presentaba, la gente decía: ¿esta chica de dónde salió?, ¿qué pasa? No estoy diciendo que era la única negra, porque hay afroamericanos que hacen música clásica, pero eso está más dentro de su cultura. Pero en Europa es muy raro encontrar a una persona que haga música clásica y que sea negra, y cartagenera”, dice riéndose, mientras deja ver sus enormes dientes blancos.

Sus intentos de pasar desapercibida eran frustrados. Era inevitable, que después de escucharla cantar, alguno en el público se le acercara y le dijera:

-Perdón, ¿de dónde eres tú?
-De Colombia-respondía.
-¡Oh!, no puede ser. ¿Y de qué parte?
-De Cartagena (siempre pintaba un mapa imaginario en su mano indicando el sur).

Supo que la música sería su mejor manera de vivir a los 16 años. Su tío, Heriberto Cogollo, le regaló una entrada para ver a la Choral de Notre Dame de París, en la Capilla del Claustro de Santa Clara. Desde entonces ese espectáculo ha inspirado su carrera musical.

“Me acuerdo que el escenario estaba oscuro y ellos entraron tocando música gregoriana. La manera de cantar era pura: solo la voz a capella. Una pureza absoluta. Ahí lloré hasta que no pude más”.

Salió tan estremecida del espectáculo que le pidió a su mamá, quien era profesora de arte, que la encaminara hacia el maravilloso mundo de la música. Comenzó tomando clases de guitarra clásica. Luego intentó estudiar Canto lírico en Barranquilla, pero en ese momento había demasiados paros estudiantiles. Se fue para Ibagué a estudiar Pedagogía Musical, pero el plantel no era el mejor. Viajó entonces a Bogotá y se inscribió en la Universidad Nacional. Sin embargo, el día del examen de admisión hubo también disturbios estudiantiles y no pudo presentar la prueba.

Se inscribió en la Pontificia Universidad Javeriana y allá no solo presentó la prueba, sino que encantó a la profesora que se la hizo. Ahora el problema era otro...

“No tenía plata para pagar, esa universidad es costosísima. Hicieron una cita con el decano y me preguntó cuánto podía pagar, yo le dije que la mitad y me otorgaron media beca”.

Cree que era la única negra estudiando Canto lírico. Esa situación, aunque la sorprendía, no le molestaba. Tomó varias clases magistrales. Más pronto que tarde empezó a destacarse dentro de su grupo al punto de ser escogida como solista de la orquesta de su universidad, dirigida por el maestro Alejandro Zuleta.

Ahí comenzó un camino que la llevó a pisar escenarios nacionales como el Teatro Colón de Bogotá, el Auditorio Jorge Tadeo Lozano, el León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia hasta otros internacionales como una gira de conciertos que hizo en Francia y Suiza.

“La música es mi profesión, no es mi vida porque yo sé hacer otras cosas: disfruto aprendiendo idiomas, me encanta la pedagogía, la psicología, etc. Pero la música es mucho más que un hobby. Cuando estaba pequeña, la música hacía las veces de mis amigos imaginarios, era mi compañía siempre. Me daba alegría, me llevaba a un estado de satisfacción, de plenitud”.

Antes de aprender música formalmente estudió Filosofía y letras en la Universidad de Cartagena, otra de sus pasiones. Sin embargo, alguien le regaló un libro que decía: ¿En qué pasas mucho tiempo, y no te das cuenta que el tiempo pasa?

“Pues en la música. Ahí reafirmé otra vez mi vocación. La música es un mundo inmenso en el que te puedes quedar y no salir de ahí. Tienes melodías que te tranquilizan, letras que te hacen expresar la rabia o la melancolía. Tú puedes vivir solo con la música”.

¡Nunca ha participado en un concurso!

La razón: “primero, me daba mucho miedo (risa nerviosa); segundo, cuando creí que podía hacerlo, me sentí mayor. Yo empecé ‘tarde’, a los 18”.

Mas Aura piensa que haberse ganado una beca de música en la escuela cantor de Suiza, haber dejado a su familia, irse a Europa a estudiar música antigua, ser mirada por todos como la diferente y haber tenido, además, que aprender a hablar francés, inglés, italiano, alemán (más el suizo alemán que es el dialecto de allá), es suficiente concurso.

“No vengo de un estrato alto, mis papás no son adinerados e hicimos de todo para que yo pudiera viajar. Ya eso era como un gran reto para ellos y para mí. Terminar en La Javeriana, donde nunca tuve un compañero negro, ya era para mí una gran proeza. Irme a Europa a cantar música gregoriana y de finales del siglo XVI y principios del XVII, e incluso de siglos anteriores, eso me deja fuera de competencia, ¿no?”, dice sonriendo.

Aura canta regularmente música barroca española y latinoamericana con el Ensamble La Boz Galana. Con ellos ha realizado exitosos conciertos principalmente en Francia y Suiza.

Dar es cantar

Desde hace tres años se vinculó con Conéctate Caribe, una fundación del cartagenero Jhon Narváez, que busca, a través del arte, incluir a los más vulnerables de la ciudad.

Es así como ha realizado talleres de canto y sensibilización musical solidarios para niños que habitan estas zonas, uno de los más especiales fue con los niños de la Vía Perimetral.

“Fueron solo tres días. El último día hicimos un pequeño video y una pequeña muestra que compusimos entre los niños y yo. Era un rap, porque un lenguaje más sofisticado no se podía en tres días. Sin embargo, ellos cantaron el rap y fue maravilloso, muy lindo, porque estos niños estaban tan ávidos, tan dispuestos”.

 

 

Regresó a Cartagena a presentar un concierto para personas con discapacidad visual y auditiva. Llegó con Vittoria Pagani, una guitarrista italiana que adora la ciudad.

“Jhon me comentó la idea y le dije que sí de una. Queríamos hacer muchas cosas más, pero no tenemos apoyo económico. Todo corre por nuestra parte”.

Por más que suene a frase de cajón, Aura canta como los ángeles. Tiene un color de voz cálido, celestial, pastocito.

No es africana. No es hija de padres afroamericanos. No pertenece a ninguna élite. No es blanca. Es negra. Es popular. Es nuestra. Es del Caribe. 

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