¿Quién te escucha? ¿quién te entiende? Acostumbrados a tu paciencia, a tu nobleza y a tu voz callada y paciente, ya olvidamos hacerte canciones, dedicarte poemas, solo permitimos que foráneos te invadan como plagas y carcoman tus entrañas sin piedad. Te han tomado como a cualquier joven hermosa que la convencen que su único camino hacia el éxito es un reinado de belleza, donde es manoseada por la mirada y pensamientos de todos.
Dime Cartagena, ¿qué sientes? Habla, ¡exprésate! Adivino tu tristeza, esa que solo sienten quienes tienen alma, y tu la tienes. El murmullo del silencio plácido de tus calles ardientes ha desaparecido, el mar ya no canta, solo gime y solloza sobre tu piel.
El sol y la luna, obedientes ante el mandato supremo, acuden cada día a cumplir la cita convenida, intentando continuar con su labor de alimentar tu belleza, cada día más mustia y pisoteada por el hambre insaciable del hombre.
Sé que en tu silencio tejes cada día palabras en las nubes, para lanzarlas al universo que atento toma nota. Sí, ya nos cobrará nuestra parsimonia, nuestra comodidad y abandono. Hoy solo sembramos las sombras de nuestros visitantes.
A lo lejos escucho el eco de los tambores que anuncian tu agonía, tenemos que darte un purgante que te limpie, que arrase con todos los parásitos nauseabundos que te cunden.
Nosotros, cartageneros ingenuos y cómodos, que creímos el cuento de que han venido a nuestra casa a limpiarla, a convertirla en un lugar ideal. ¡Despertemos! Esto no es ni siquiera un sueño, es la peor pesadilla que se puede vivir. Nadie te limpia la casa gratis, nadie te regala nada, porque sentados, sonriendo con cara de cartón no se logran glorias.
¿Dónde están tus calles plenas de historias?, ¿Dónde está tu aliento cómplice del amor?, ¿Dónde tus cantos callejeros, tu poesía que rasgaba el aire? Hoy solo existe una Cartagena embarrada de maquillaje barato, que se cuartea al despuntar su primer intento de sonrisa, una Cartagena deseada por todos para entrar al concierto de la burla, el ruido, el descaro, la especulación, el vicio y la deshonra.
Sé que el ataque al que te someten hoy es mucho más cruel que el de piratas y corsarios de antaño, es una piratería solapada, disfrazada, pero es piratería; entonces, levanta tu puño y tu voz, ¡Cartagena, levántate como la heroica que siempre has sido!
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