Revista dominical


El noviembre de antes

GERMÁN FONSECA CASTILLO

11 de noviembre de 2012 12:01 AM

Las fiestas de la última mitad del pasado siglo se llamaban sencillamente Fiestas de noviembre, no de la independencia, contaban con unos ejes temáticos bien definidos: el Reinado popular, el Reinado nacional de belleza y las presentaciones de orquestas y grupos musicales. Eran mundos paralelos que se entrecruzaban episódicamente, cada uno con su propia dinámica. En cuanto al Reinado popular, el berroche iniciaba al despuntar octubre, con las inscripciones de las reinas de los barrios, las candidatas eran agraciadas jovencitas escogidas por la Junta de Acción Comunal o del comité de vecinos surgido  para la ocasión. Lo frecuente era que no contaran con muchos recursos económicos; la candidata y su comitiva debían ingeniarse eventos para recaudar fondos. Lo primero era montar el “palacio real”, sitio estratégico, solar o patio grande con nombre pintoresco,  derivado de alguna canción o película de moda, adornado con palmas de cocos, cadenetas y perendengues de papel de barrilete y conseguir un buen picó que amenizara los bailes. La clientela estaba formada por las familias del barrio que se reunían a bailar hasta el amanecer y con el consumo de bebidas y sopas de mondongo contribuían a engrosar las arcas de la reina para comprar el ajuar. En estos bailes abiertos se cobraba una modesta suma por entrar. Las damas no pagaban, los caballeros daban su cuota y para control a los colados se les pintaba la uña de uno de sus meñiques con un pintauñas chillón. La candidata cobraba una “ponina” por cada pieza que bailara y era potestativo del parejo aceptar “barato”. En ocasiones se formaban trifulcas causadas por algún novio celoso, un pretendiente que acaparaba a la reina o un borrachito fastidioso que insistía en pedir  más “baratos” de lo tolerable. Las emisoras radiales tenían programas en vivo, entrevistaban a las candidatas para que promocionaran sus actividades e invitaran a los bailes. Recuerdo el famoso Momo en el aire, por Radio Vigía,  que tenía como fondo musical, si la memoria no me falla, la canción El chivo mono, de Pedro Laza y sus pelayeros. Otros programas tenían un formato similar con música de porros, desfile de las reinas, arengas de las comitivas y entrevistas capciosas intentando hacer caer  a las candidatas en errores de pronunciación o respuestas risibles. Le preguntaban: ¿Reina cuál es el día de tu onomástico?, la pobre muchacha, luego de pensar ¿qué vaina será eso?, respondía con desparpajo: Mi comitiva no lo ha definido todavía, pero los invito al tremendo baile “Tormenta bajo las estrellas” que se realizará el sábado, amenizado por la máquina El guajiro tira flecha. ¿Cuál es su plato predilecto? Respuesta, el de peltre. El locutor explotaba en carcajadas, todos brincaban en medio de la bulla y sonaba el Pie pelúo, el Barraquete u otro fandango de moda. Eran otros tiempos en el que las candidatas no contaban con el nivel académico de hoy, ni se le ocurría a nadie que una reina popular llegara a representar al departamento el Reinado nacional de belleza. Era el noviembre de antes.

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