Revista dominical


¡El amor es una locura!

JOHANA CORRALES

20 de abril de 2014 12:02 AM

Detrás de cada persona hay un mundo de historias pasionales sin contar, porque todos, en cualquier momento, hemos hecho alguna locura en nombre del amor.

Están quienes se “rumbearon” al profesor más sexy del colegio. Los que tuvieron sexo en la cocina, mientras todos dormían. Las que le confesaron su amor al seductor curita que pusieron en la parroquia del barrio. Aquellos compañeros de trabajo que esperaron a que todos se fueran de la oficina para tener un juego de caricias; e incluso, las que inventaron una pijamada en casa de su mejor amiga para pasar la noche moteleando con el novio. Y así, miles de excentricidades...

Para esta edición, quisimos conocer cuáles son las locuras más osadas que, por amor, han hecho varios de los lectores de este medio.

De modo que si usted aún siente remordimiento por algún disparate que hizo en el pasado, quizás, después de escuchar estas calientes confesiones, encuentre un poco de alivio y consuelo.

La descarada

La locura más grande que he hecho en nombre del amor fue meterme en la casa de un tipo casado con quien salía. Definitivamente estaba muy tragada; y bueno, fui muy cínica y descarada también, porque no me importó que él viviera ahí con su mujer. Lo peor es que lo hice varias veces. Literalmente, me le metí al rancho(risas).

La confundida

Juro que amaba a mi novio, pero no sé por qué carajo no podía dejar de pensar en su mejor amigo. Al principio eran sólo miradas, luego roces, hasta que ya era demasiado evidente la química que existía entre los dos. Una noche, mi novio salió del apartamento y su mejor amigo llegó a buscar unas cosas. Al primer contacto visual nos lanzamos el uno sobre el otro y tuvimos sexo en el apartamento de mi novio. Síiiiiiiii, lo sé. Es horrible: ¡me comí al mejor amigo de mi novio en su propio apartamento!

El chancero

Vivía en Popayán; y la mujer que me gustaba, en Ibagué. Apenas la estaba conquistando y necesitaba más puntos para ganarme su amor. Un día, recuerdo, amanecí con muchas ganas de verla, pero no tenía dinero suficiente para viajar hasta allá. Así que llegué a Ibagué pidiendo chance a cualquier vehículo que pasara por la carretera. Y, aunque fueron 15 horas echando dedos, reconozco que el esfuerzo valió la pena: estuve con ella esa noche y los dos años siguientes.

Un polvo muy fugaz

Conocí a un tipo por las redes sociales. El problema es que él vivía en Barranquilla y yo en Cartagena. Hablábamos todos los días por whatApp y me moría por conocerlo. Una tarde, cuando salía del trabajo, tuve un impulso: agarré un Marsol y me fui a verlo. Por supuesto, antes llegué a una tienda de lencería y me compré unas tangas bien provocativas, porque tenía que justificar el viaje. Todavía me acuerdo cuando lo vi, se me quería salir el corazón. Fue el polvazo de mi vida; claro, después de unos meses el man se perdió.

Los empeñados

A veces salía con tipos con muy mala chequera. Esa noche estaba con uno, de casualidad. Fuimos a un motel y el sexo fue genial. Tanto, que nos quedamos rendidos hasta el amanecer. A la mañana siguiente no teníamos cómo pagar todas las horas que estuvimos en el lugar. Recuerdo que era muchísimo dinero y mi compañero estaba desesperado. Entre el saldito que me quedaba de la quincena en la tarjeta y lo que él traía reunimos la cuenta. Esa ha sido la locura más grande, y también el susto de mi vida: pensé que me iban a poner a lavar las sabanas de la residencia.

Pillados por el vigilante...

Había terminado con mi novio, pero seguía enamoradísima de él. Sin embargo, ya él estaba con alguien; y, si yo quería que algo sucediera, tenía que ser ultra secreto. Ese día en la universidad nos quedamos mirando y, sin muchas palabras, nos dirigimos a uno de los últimos salones del plantel. Todo estaba oscuro, así que decimos tener sexo. En el mejor momento pasó un vigilante de la universidad, quien estaba prestando guardia. El hombre, en lugar de escandalizarse por la escena, se disculpó con nosotros, y hasta nos pidió que la próxima vez le avisáramos.

Sexo con el papá de mi mejor amigo

Mi mejor amigo me había confesado que estaba enamorado de mí. Pero yo nunca lo había visto en ese plan. A decir verdad, lo veía muy joven. Me parecía más atractivo su papá. Al poco tiempo de que mi amigo me confesara sus sentimientos, su padre me invitó a salir y tuve sexo con él. Mi mejor amigo se enteró de todo; y lógico, me dejó de hablar. Ha sido tan bueno el sexo con él, que llevamos cuatro años viéndonos a escondidas.


“Entre más primo, más me arrimo”

Solía tener sexo ocasional con mi primo. Me lo hacía justo como me gustaba; y me encoñé tanto, que en cualquier lugar lo hacíamos. Aquel día no aguantábamos las ganas, así que tuvimos relaciones en su cuarto. De repente, escuchamos un ruido: 'Mierdaaaaaaa, llegó tu tía, mi mamá', exclamó mi primo. No sé cómo hice, pero siento que volé de la cama hasta el closet, y hasta alcancé a recoger todas mis pertenencias. Mi tía entró a la habitación y yo la veía desde el armario. Yo estaba completamente desnuda y titiritaba no sé si por el frío o el temor de que me encontrara ahí. Casi me da un infarto cuando vi por una pequeña ranura un par de sandalias que olvidé recoger. Ella estaba a punto de pisarlas con el pie. Por fortuna, no se dio cuenta. Hoy aquel affaire se convirtió en mi novio, y aún mi tía no lo supera.

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