Revista dominical


Cartagena, a vuelo de cometas

GUSTAVO TATIS GUERRA

24 de agosto de 2014 12:02 AM

Parecen nubes que se han convertido en pulpos y dragones. Desde que empezó agosto se elevan por el cielo de Cartagena.

Hay tres sitios visibles para elevarlas: el cerro de San Lázaro donde está el Castillo de San Felipe, el campo que bordea La Tenaza frente al mar, en El Cabrero y los barrios de Cartagena. Para hacer una cometa solo se necesita de seis varitas para construir el barrilete de seis lados con un arco  consistente y una varita al centro.

Un poco de almidón, papel de colores y una cola de retazos de ropa de nuestras costureras, y el buen gusto para inventar los runrunes y los perendengues.

Pero las cometas de 2014 son distintas a las de toda la vida: son cometas prefabricadas de tela o plástico que tienen diversas formas: de murciélagos, gusanos, trenes, animales fantásticos de las series televisivas y videojuegos.

Agosto no abastece a los cometeros. Sobran cometas.  No es suficiente evocar al niño que ya no eres sino estimular a tus niños, a tus sobrinos, a tus nietos, Se puede aprender más de estética, de poesía y de matemáticas en la construcción y elevación de una cometa.

El Ider ha mantenido una convocatoria anual para estimular esta tradición del Caribe. En algunas ciudades  del mundo elevar una cometa forma parte de una cátedra de estética. Me lo han confirmado amigos cartageneros que viven en París.

En mi casa particularmente la construcción de una cometa en las manos de mi padre era un espectáculo. La escogencia de los colores era asunto de intuición artística. El verde debía ir con el rojo. El morado con el amarillo. El azul con el naranja. El blanco con un azul cobalto o azul rey.

Cada vez que yo veo esos colores me acuerdo de mi padre, quien era un cometero que no solo hizo nuestras cometas sino las de los niños de la vecindad. Hizo cometas y cajones. Reciclaba el papel de los barriletes para sus gusanos de colores y para las cometas.

Un día supimos que un vecino le había puesto un par de cuchillas Gillette en la cola a su barrilete para cortar la pita de nuestro barrilete. Esa es la guerra oculta y pública de todo cometero. Pero hoy, por supuesto,  no se permite un elemento agresivo como una cuchilla. Hubo niños que se hirieron al descender el barrilete.

Los budistas creen que elevar barriletes es un asunto de paz  interior. Se eleva el alma con el barrilete.Y se sostiene el ritmo de la brisa haciendo presión con la pita. Si presionamos la pita hacia abajo,  el barrilete responderá en descenso, y si soltamos lentamente la pita, el barrilete cobrará mayor dominio del viento.

La cometa surca las páginas de los pintores y los escritores. Heriberto Cogollo pintó a una niña negra cartagenera con una cometa tradicional en sus manos y me contó que su esposa dictó clases de cometas en París. He visto esa obra de Enrique Grau en la que aparece un cometero.

Los niños se ingenian para elevarlas cuando la brisa sopla después de cuatro de la tarde. Cometa que dé vueltas en el cielo es que le falta pita. Cometa que no se eleva es que tiene mal los tres puntos. Una cometa se eleva si hay una proporción igualitaria de sus formas. Se irá de boca si el arco no es consistente. Las cometas resisten los vientos locos de agosto bajo la canícula y compiten con los pájaros del atardecer.

Hoy los niños que nacen en este tiempo no encuentran el almidón, las varitas y los papeles de colores,  no lo verán en ninguna tienda, pero  tampoco hay hay quien tenga la paciencia de hacer una cometa compitiendo con las prefabricadas de tela o plástico.

Uno cruza los barrios y aún hay señales de cometas que han muerto en las líneas del alumbrado público o han quedado suspendidas en los cables eléctricos.
La lluvia cae sobre esa ilusión con alas y desvanece los colores y el esqueleto del barrilete. Esa es la única prueba de que en el barrio hay niños que aún elevan barriletes.

La tecnología más sofisticada y vertiginosa no podrá desbancar la bella presencia de las cometas en el cielo de Cartagena.
Cada vez que veo una cometa en el cielo pienso en las manos pacientes de mi padre haciendo sus cometas y evoco a mi abuela Escolástica uniendo los fragmentos de las tiras de sus costuras para hacerme un arco iris.

Hay gente que quisiera elevarlas y se siente intimidado por su edad. Eso no tiene tiempo. Una cometa abraza todos las edades, sensibilidades y tiempos humanos.
Los rehiletes han vuelto a las casas y los jardines como un rasgo de nuestra infancia revivida y valorada por la sociedad. Soltar los hilos de una cometa puede ser la diferencia entre quien contempla y quien vive la experiencia de sostener un vuelo entre las nubes.

Conocí a un viejo cometero extranjero que elevaba sus cometas en Cartagena y le pedía a sus hijos que cuando muriera lanzaran sus cenizas desde una cometa. No he sabido de él. Pero es muy probable que algún día sus hijos vengan a elevar una cometa con sus cenizas.

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