Cartagena, ciudad de piedra y boca salada

Por su ubicación geográfica y su morfología, Cartagena se convirtió rápidamente en el principal puerto marítimo de la región, esto lógicamente la convierte en lugar codiciado por piratas y corsarios, obligando a la corona española a defender y fortificar a la ciudad, es así como nace la arquitectura militar que aún hoy muestra con orgullo su capacidad de defensa y dignidad que siempre la ha acompañado. Desde el Siglo XVI, pasa de ser una ciudad de plazas y calles, a ser una ciudad cuyo eje y fin era la defensa. Esta condición de ciudad Plaza Fuerte, la convierte en una urbe cuyo lenguaje arquitectónico se expresa con grandeza en murallas, fuertes, castillos, baterías y revellines. El crecimiento de la población, la obliga a expandirse y dentro de ese proceso de desarrollo urbano, vemos como ya en el S.XIX, la ciudad se ahoga dentro de su cordón fortificado y se expande hacia terrenos cercanos como El Cabrero, Manga y Pie de la Popa. Si vemos el resultado de nuestra ciudad hoy, es posible observar que las urbes guardan espontáneamente las determinantes culturales e históricas, es por eso que Cartagena ha sido una ciudad protagonista de todos los eventos relevantes de nuestra historia, desde la conquista, pasando por la colonia y posterior independencia, hasta nuestros días, por lo tanto, es lamentable que toda esa gran y nueva ciudad que crece en vez de ser un tejido urbano logrado con puntadas pulcras, es un tejido lleno de nudos y rotos, producidos por la incompetencia humana.
Cartagena es en si misma, una experiencia  vital, porque sobrevivir ante tantos y tantos contrastes, (¿o desastres?) nos produce un choque eléctrico que nos toca el alma y la estremece. Nuestra ciudad es poesía, y así tiene que ser, porque para sobrevivir en ella hoy, debemos desarrollar un nuevo arte, el arte  de vivir. La ciudad cada día nos persigue y nos abraza, brindándonos todo su ser, intentando convencernos de que ella es nuestro amparo y cobijo, nos brinda espacios que con guiños pretenden convencernos que a pesar del desorden humano que impera, podemos disfrutar de momentos fugaces de placer urbano, sintiendo en nosotros su aliento salado y su piel de piedra.


FUNDACIÓN FOTOTECA HISTÓRICA CARTAGENA DE INDIAS.