Revista dominical


Augusto, el hombre que lo sabía todo

GERMÁN FONSECA CASTILLO

19 de agosto de 2012 12:01 AM

Con este titular Eduardo García encabezó la primera página del periódico cultural La Plaza, en edición dedicada al arquitecto cartagenero Augusto Martínez Segrera al cumplirse quince años de su prematuro fallecimiento. El titular refleja de cuerpo entero a este profesional que en su ejercicio incluyó múltiples facetas, destacándose en todo lo que hacía por su disciplina y entusiasmo por llegar a las raíces de lo que emprendía.
Continuando con la serie de artículos dedicados a cartageneros que sin pretender salirse del común participaron en hechos que luego adquirieron importancia histórica, lo  incluyo, con sobrados méritos. Pasaré de largo por su faceta como integrante del “Grupo de los quince” en la Escuela de Bellas Artes, bajo la batuta de Pierre Daguet, y de su obra artística, en la que considero no desarrolló su potencial creativo como lo hizo con la  Restauración Arquitectónica. Fase de su ejercicio en la que integró el equipo de profesionales que guiados por el ingeniero militar español Juan Manuel Zapatero realizó el plan de rescate de nuestras fortificaciones coloniales. Este experto español vino a Cartagena contratado por la Corporación Nacional de Turismo, a la sazón gerenciada por Nicolás Del Castillo Mathieu, para poner en valor el conjunto fortificado de la ciudad que se encontraba muy deteriorado, degrado en su uso y poco apreciado.
Era la época en que crecían frondosos árboles en las murallas, había barrios enteros pegados a sus centenarios muros, los carros transitaban por la plataforma de baluartes y cortinas y no había en Cartagena especialistas en la restauración del patrimonio. Como bien dice el restaurador Alberto Samudio Trallero:...” Juan Manuel Zapatero enseñó a los cartageneros a conocer y valorar la arquitectura militar”. Augusto trabajó con Zapatero desde 1971 hasta 1973 y se convirtió en su mano derecha. Como reconocimiento a la experiencia y pericia que había adquirido a su lado Zapatero exigía a sus contratantes que él fuera su asistente. Así se adentró en las artes de la cal, la carpintería de armar, las pinturas antiguas, el labrado de sillares, conocimientos que siguió ahondando y aplicando en las muchas obras que luego tuvo a su cargo, entre las que sobresalen el fuerte de Manzanillo y los fuertes de Bocachica con sus defensas submarinas. En pocas palabras Augusto aprendió tanto sobre construcciones militares que no fue necesario contratar más a expertos extranjeros.
Fiel a la humildad que lo caracterizaba, sin egoísmo, irrigó sus conocimientos, como docente en la facultad de Arquitectura de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y en la Escuela Taller Cartagena de Indias,  contribuyendo a formar un escuadrón de profesionales y artesanos que lo han sucedido en el oficio. A partir de la vinculación de Augusto al plan de Zapatero el tratamiento dado a las fortificaciones cambió, las intervenciones realizadas se preceden de juiciosos estudios y se busca preservar la autenticidad del monumento bajo parámetros de respeto y rigor histórico. Cartagena está en mora de hacer un reconocimiento al gran aporte de Augusto Martínez. Tenemos esa deuda.

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