Sucesos


Wendy Ramírez será sepultada en Cartagena

JOHANA HOLGUÍN PRADA

07 de enero de 2018 12:00 AM

María Teresa Herrera Almario no acepta que su hija, Wendy Ramírez, es la joven violada, torturada y asesinada que hallaron en un canal del municipio de Cereté (Córdoba). La adolescente, de 17 años, desapareció desde el 30 de diciembre.

En una humilde vivienda del barrio La piedra de Bolívar reinaba ayer la zozobra, el dolor y la incertidumbre.

De su interior salía un sonido que partía el alma de quienes lo escucharon desde la terraza, pero solo se limitaron a mirarse entre sí con tristeza, sin saber qué hacer para calmar el desconsuelo de María Teresa.

De su boca salían gritos de lamento y de intenso dolor, pero, sobre todo, de negación. 

María estaba en shock y no aceptaba que la segunda de sus cinco hijos estaba muerta, y menos que la hallaron con signos de violencia sexual, tortura y un bebé en gestación, en una zona enmontada del barrio La Candelaria, del municipio de Cereté (Córdoba) el viernes en la mañana. 

La mujer no tenía mucha relación con la adolescente cartagenera, de 17 años, quien se crió con su padre en San Pelayo (Córdoba), y era eso lo que más le destrozaba el alma, según allegados a la familia.

“Ella está mal. No quiere hablar con nadie y dice que Wendy va a volver. Dice que le va a hacer una fiesta”, contó Yubiris Martínez, prima de la menor asesinada.

María Teresa y Juan José Ramírez, los padres de Wendy, no viven juntos desde hace muchos años y tampoco se mantienen en contacto, pero la triste noticia los obligó a verse de nuevo.
El hombre llegó a buscar a su exesposa, luego de enterarse de lo ocurrido con Wendy, a quien ingresaron como NN a la morgue de Medicina Legal en Montería, porque no portaba documentos cuando hallaron su cadáver.

María Teresa, de inmediato, creó una barrera y se negó a creer lo que le decían, mientras que Juan José se dirigió a Cereté para iniciar las diligencias pertinentes y reclamar el cadáver.
En un principio fueron Deifer Guerra y Doris, novio y suegra, respectivamente, quienes llegaron al instituto forense, pero no dieron el nombre completo de la menor y pidieron que se la dejaran ver para confirmar que era ella.

Sin embargo, las autoridades les negaron el acceso y les dijeron que solo los familiares podían hacer el reconocimiento del cuerpo.

Según el joven, de 18 años, Wendy y él tenían siete meses viviendo juntos y ella tenía tres de embarazo.

“Queremos que nos la entreguen para saber si es ella. Nosotros éramos su familia acá. Ella vivía con nosotros”, dijo Doris entre llanto, horas después de saber que su nuera estaba muerta.

En la tarde del viernes, una tía materna de Wendy contó que su sobrina vivía con su mamá en Cartagena y el 30 de diciembre, cuando desapareció, salió con varias amigas y nunca más regresó. Pero esa historia fue desmentida por otros familiares, allegados y la pareja sentimental de la joven.

“Nosotros estábamos tomando cervezas y ella me dijo: ‘ya vengo voy a buscar dos más’. Y nunca volvió. Pensé que se había ido a Cartagena, porque le dije que se fuera a visitar a su mamá”, relató Deifer.

Por su parte, Doris recordó que su mamá vio a Wendy esa noche. “La última vez que la vimos fue a las 12:45 a.m del sábado. Mi mamá me dijo que ella llegó en una rapimoto a la casa, en Villa Celia, donde ellos vivían, y le dijo que iba a sacar la ropa. Entonces la sacó y también cogió un suéter de mi hijo dizque porque él se iba a cambiar. Cuando salió, mi mamá vio al tipo que manejaba la rapimonto y le dio mala espina, pero no vio a Wendy borracha y por eso la dejó ir”, sostuvo la mujer. 

Una conocida de la joven pareja aseguró que la vio entre las 7 y 8 de la noche del mismo día. “Ella llegó a donde yo tengo un negocio en el Mercado y me saludó. Le dije que se sentara ahí conmigo, pero no quiso y se fue. Después, no la vi más”, indicó.

El cadáver de Wendy será trasladado a Cartagena, en donde le darán cristiana sepultura.

“Wendy era una niña muy bonita, pero empezó en las drogas a muy temprana edad y eso le trajo muchas dificultades, al punto que debió ser internada por su mamá en un centro de rehabilitación en Cartagena”, contó Marta Almario, tía de la menor, en un medio de comunicación. Sus primas la recuerdan como una muchacha alegre, que no se metía con nadie.

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