La muerte sorprendió ayer en la mañana a los vecinos de la invasión Mirador de Cartagena, que está enmontada en los Cerros de Albornoz, entre los barrios Henequén y Arroz Barato.
Eran las 7 a. m., cuando al pie de una ladera varios niños se toparon con el cadáver de un hombre. Espantados, los menores empezaron a gritar y luego corrieron a avisar a personas adultas de su terrible hallazgo.
“Es el cachaco, es el cachaco. Está muerto”, gritaban los niños. Vecinos del sector fueron a ver qué pasaba y al llegar al lugar indicado, en una zona enmontada, constataron que era cierto lo que decían los menores.
En el piso yacía Gabriel Antonio Baena Atertua, un reconocido comerciante del sector, al que todos llamaban el cachaco, pues era oriundo de Begatí, Antioquia, y quien tenía una pequeña tienda en su casa, en la calle principal del Mirador de Cartagena.
Los vecinos llamaron a la Policía. Integrantes de la institución llegaron al lugar de inmediato y confirmaron que el tendero, de 58 años, estaba muerto. Aunque el cuerpo no tenía signos aparentes de violencia, algunos vecinos creen que sufrió un fuerte golpe en la cabeza al sufrir una caída mientras bajaba la empinada ladera. La hipótesis que tiene más fuerza para las autoridades es que sufrió un paro cardiorrespiratorio cuando cruzaba por el lugar. Solo será la necropsia que le hagan al cadáver del comerciante en la morgue de Medicina Legal la que revele la causa real de la muerte de Gabriel.
Vivía solo
Vecinos de Baena Atertua contaron que llegó hace poco más de dos años a la invasión Mirador de Cartagena. Desde entonces montó en su casa una tienda, que según indican los mismos habitantes, era la más surtida del sector. También dijeron que vivía con su mujer y sus dos hijos, pero hace pocos meses se separó. Su mujer se fue a vivir a Nelson Mandela con los menores, y Gabriel quedó solo. “Su rutina no la perdía. Todos los días se levantaba a las cinco de la madrugada. Iba a buscar a su burro y se iba para Nelson Mandela a comprar los productos para surtir su tienda. Antes de siete de la mañana ya estaba despachando en su tienda”, relató un allegado del tendero.
Ayer, al ver que eran casi las 9 de la mañana y no abría, vecinos mandaron a varios niños a que fueran a buscarlo en el lugar donde dejaba su burra amarrada. Cuando los niños llegaron al lugar, lo encontraron muerto.
Cerca, permanecía su animal, aún amarrado. Hoy en el Mirador todos lamentan la muerte del comerciante.
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