Sucesos


Así es vivir tras el rastro de la muerte

Un cúmulo de gente a lado y lado de la escena del crimen. Es Isla de Belén, una invasión construida cerca de la Ciénaga de la Virgen y considerada como un sector de Fredonia, uno de los barrios más peligrosos al suroriente de Cartagena.

En una de sus polvorientas calles, yace bocarriba con brazos semi-extendidos y con el rostro cubierto por un suéter rojo el cuerpo de “Felo”, sicarios acaban de asesinarlo.

-Tenía 18 añitos- se escucha entre murmullos. La policía llega, abre el paso entre intrépidos curiosos y acordonan el lugar. De la panel de criminalística desciende el intendente Eduardo Cortina, analiza el sitio minuciosamente, al detalle. Es un experto en eso. En mirar, intuir, registrar.

Trabajar en el Laboratorio Móvil de Criminalística de la Sijín, no es para todo el mundo. Hay que tener una amplia pero bien acorazada sensibilidad. Ser excelente observador, preciso medidor, hasta convertirse en atento consejero. Y claro está, “levantar” muertos.

El equipo de criminalística de la Metropolitana de Cartagena tiene ocho integrantes. El intendente Cortina es topógrafo en el grupo, en el que también hay técnicos en fotografía, dactiloscopia y balística. Ellos recolectan pruebas y testimonios para que otra división de esa misma institución investigue crímenes.

Además de homicidios, recopilan evidencias en todo tipo de muertes violentas como electrocución, inmersión, accidentes de tránsito y suicidios. Esta labor, realizada también por el Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía, ha permitido resolver múltiples casos.

LIDIAR CON LA MUERTE
La muerte de “Felo” sucede al final de un día en principio tranquilo, luego de una buena racha de una semana sin homicidios en la ciudad y de más de 3 meses en la misma Fredonia. Es el primer asesinato de 2016 en el barrio.

Esta noche, junto a Eduardo está la patrullera Claudia Páez, es técnica en dactiloscopia, recién llegada al equipo, bogotana, apenas se acostumbra al calor de Cartagena, al igual que el resto se le nota el empeño por su trabajo.

Fotografía desde todos los ángulos posibles la escena, también hace lo mismo con cada evidencia numerada en el piso y con el cuerpo.

El día para un miembro del Laboratorio Móvil de Criminalística, es tan incierto como la muerte misma. Comienza a las 6 de la mañana. El equipo se divide en dos grupos, cada uno cumple un turno completo de 24 horas. Pueden ser extremadamente agotadores.

Si no lo crees, piensa en subir a una canoa, remar y atravesar un pantano, para jalar del agua el pesado cuerpo de una persona ahogada. Rescatar un cadáver putrefacto, irreconocible, hinchado, entre gusanos, limpiarlo, cargarlo. Encontrar a alguien desmembrado o decapitado. Solo por mencionar algunos de los casos.

“Cartagena es más difícil, que otras ciudades. Aquí para la gente (los curiosos), entre más cerca esté del muerto, mejor. No falta que venga alguien y nos rompa la bolsa porque quiere ver a su familiar, incluso vamos cargando al occiso y los familiares se tiran encima de la bandeja. Caen con todo y bandeja”, comentaba el intendente Cortina, horas antes, en la sede de la Sijín, en Manga.

“Se encuentra uno con el cuadro de los familiares llorando, practicamente abrazando al occiso en el piso, son situaciones difíciles. Es nuestro trabajo, nos toca asumirlo, hacer de psicólogos y hablar con los familiares, explicarles, para que permitan hacer la diligencia. También a veces tenemos dificultades con grupos de pandillas, que no nos dejan hacer la dilegencia y le tiran piedras a la panel”, contaba.

Cortina ha trabajado en recolección de restos en fosas comunes con grupos de Justicia y Paz en todo el país y en accidentes aeréos. La muerte no deja de impresionarlo. “Hay que ser blandos por un lado, pero duros por otro, no podemos dejarnos afectar. Yo llevo 14 años en esto. Hay escenas que a uno lo impactan. Por ejemplo cuando se trata de niños, es aberrante”, explicaba.

Generalmente, una sola inspección dura entre una y dos horas, pueden presentarse varias al día, incluso, una sola podría tardarse todo un día.

“Yo hice un caso con un compañero hace como siete años. Se comenzó a retratar (inspeccionar) esa escena como a las 4:30 de la mañana y terminamos como a las 5 de la tarde. Fue bastante duro, porque la víctima era una niña. Llegaron a la casa y la mataron frente a sus hermanitos”, recuerda el patrullero Alexander Fonseca, fotógrafo del equipo.  

TRAS LOS RESPONSABLES
En la escena del crimen de “Felo”, por un momento la gente se cruza la cinta amarilla y la policía pone el orden. Sentado sobre una piedra con la cabeza gacha, Manuel, su padre, observa a los agentes que con sus trajes blancos, escudriñan el suelo con la mirada.

Miden ángulos, buscan evidencia y las recolectan en las bolsas de embalaje. En otros casos es necesario recolectar fluidos o rastros de sangre, para este hay que tener “ojo de águila”, y en medio de la oscuridad, encontrar en la tierra vainillas y proyectiles. Estas tienen "huellas" con las que se podría determinar si fueron disparadas de determinada arma y pueden llevar al autor del crimen.

El intendente Víctor Manuel González, es experto en balística y también hace parte del Laboratorio Móvil de Criminalística. Explica que múltiples crímenes se han resuelto con pruebas balísticas. Entre los más sonados está el ocurrido el 17 de abril del año 2010 en la vía Cartagena – Turbaco, donde asesinaron a Ricardo Martínez Torres, hermano del entonces ministro de Minas y Energía, Hernán Martínez Torres. También el asesinato de tres personas en Puerto Badel, en octubre de 2010.

“Esos casos se sacaron mediante la prueba técnica de balistíca, aquí tenemos todos los equipos para hacerlas. Hay bastantes casos de condenados que hemos sacado con las pruebas técnicas. Con las características que se obtienen de un arma incriminada, se insertan en el sistema donde se correlacionan un caso con otro”, indica.  Con las pruebas de balística, lograron identificar en el 2011 a la "Rosario Tijeras", una pistola nueve mílimetros incautada, con la que se habrían cometido al menos cinco homicidios a principios de ese año.  

Precisamente los resultados positivos son la motivación del equipo para realizar su difícil trabajo. “Poder sacar un caso, dar con el autor de un hecho, a uno eso lo motiva a desarrollar la investigación”, comenta la patrullera Páez.

La inspección del cuerpo de “Felo”, cuyo nombre es Felipe Rodríguez Pertuz, concluye en calma. Son las 7:45 de la noche, ha pasado solo hora y media desde su encuentro con la muerte y una parte de su familia luce triste, estupefacta, pocos lloran. La otra parte decide quién irá por su cuerpo al día siguiente, mientras la panel del Laboratorio Móvil de Criminalística se marcha con el cadáver y las evidencias rumbo a la morgue de Medicina Legal.

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