Sucesos


"Ahora seré futbolista": joven que le cortaron las manos en Arjona

LUISA MEJÍA TORRIENTE

20 de octubre de 2017 05:56 PM

Cinco machetazos frustraron su sueño: ser boxeador. Tiene 17 años y por poco “cuelga los guantes” -muere- luego de ser víctima de un brutal ataque que lo dejó sin sus dos manos el 26 de noviembre de 2016 en la finca Campo Alegre II, en Arjona.

Por primera vez, y a punto de cumplirse un año del atroz hecho que tuvo repercusión no solo a nivel local, sino nacional e internacional, el chico da sus declaraciones y y confiesa cómo ha sido su vida sin sus dos extremidades.

El día a día
Actividades básicas como comer, vestirse y bañarse han sido todo un reto. Reto que ha ido superando de la mano de Cecilia, la mujer que le da la vida. Ella dice que ha dejado todo a un lado para dedicarse a construir ese castillo de naipes que se viene abajo, el día en que a su hijo menor le quitan ambas manos.

Acostumbrado a “dar puños” y valerse por sí solo, el adolescente ve como su vida cambia de rumbo al sentir el filo de un viejo machete atravesar en sus brazos. Han sido meses de recuperación que aún no terminan. Cecilia no solo es la madre, también se ha convertido en enfermera, fisioterapeuta e, incluso, sicóloga. Gracias a ella, el muchacho ya puede ponerse una camiseta, bañarse y comer ciertos alimentos.

La vida del menor da un vuelco de 180 grados de un momento a otro. Sus tardes eran dedicadas a practicar boxeo, instruido en Arjona por el reconocido José De la Cruz Zúñiga. Ahora, ese anhelo de ser como Miguel Marriaga, o su hermano mayor, se va al traste. Cambia un par de guantes por un balón de fútbol y desea convertirse en un gran jugador, pese a su discapacidad.

“Cogiendo pajaritos”
La vida del chico no ha sido fácil. Enfrentarse a un mundo lleno de prejuicios, en donde a diario era señalado de ser un ladrón, no es nada simple. Es por eso que junto a su madre aclaran lo que ocurre aquel 26 de noviembre. Según él, falsamente es acusado de robar ganado.

“Yo si estaba en la finca, pero no robaba, estaba con un amigo cazando pajaritos”, dice con una voz tenue. El recuerdo de ese día es como un vaso amargo para él.
Era sábado, a las 2 de la tarde. Mientras el chico y su amigo preparan la trampa para los pájaros, aparece un hombre que los culpa de ser los ladrones que roban en las fincas. Él se defiende, dice que eso no es real y muestra lo que realmente hace: cazar aves. Al trabajador del predio poco le importa y mucho menos le cree, así que saca un machete y los amenaza.

Las pupilas de los ojos de ambos adolescentes se dilatan y actúan rápidamente. Dejan todo tirado y empiezan correr. “Yo corría, y corría y corría, pero cada vez lo sentía más encima”, cuenta el joven, al mismo tiempo que mueve sus brazos como aquella vez, cuando intenta huir de la muerte. 

Su amigo se lanza a un pozo y él ve a lo lejos una cerca, que piensa que es la salida a su problema, pero al llegar lo están esperando. El hombre que está al otro lado de la valla es identificado como Freddy  Zapata Rocha, quien ahora está en una cárcel en Valledupar. El menor recuerda que Freddy tiene un machete y apenas se acerca a él, le corta la mano izquierda.

“Yo no tuve tiempo de decir nada en ningún momento, después de eso, me empezaron a atacar como entre siete, en mi mente solo pensaba ¿será que no tienen hijos? Mientras me daban planazos y machetazos, otro me apuntaba con una escopeta y le decían que me mataran”, relató. 

El muchacho da pequeños suspiros y justo en ese momento llega la Policía. Él cree que con la llegada de los uniformados llega su salvación, pero ese es solo una parte del calvario que tiene que sufrir.

Los agentes lo miran con desprecio, mientras que con las pocas fuerzas que le quedan, sube al platón de la camioneta de la Policía por si solo. Justo en ese momento comienza un “paseo” inolvidable.

Un trofeo
Está adolorido y cree que será llevado al Hospital Local de Arjona, pero contrario a su deseo, empiezan a exhibirlo como un “trofeo” por todo el pueblo.  Son, aproximadamente, 10 minutos que para él son vitales, además de eternos. Cuando por fin llegan a la policlínica, varios de los curiosos se apiadan de él. “¡Ayúdenlo!”, le grita el pueblo a los policías.

La esperanza, y la vida del muchacho se va apagando. Casi desahuciado, cierra sus ojos y a lo lejos escucha a una persona que le dice: “no te duermas ¡Levántate! Dios tiene un propósito para ti”. El chico recuerda ese momento y se le inundan los ojos de lágrimas. Esas palabras lo alientan y de inmediato llegan los médicos, quienes le brindan los primeros auxilios. Por la gravedad de las heridas, es remitido a la clínica Madre Bernarda.

¡Escabroso!
A Cecilia la llaman a darle la mala noticia a los pocos minutos. Agarra lo primero que ve, sale de su vivienda en el barrio Cara de Perro y se va directo al centro médico del municipio. Al llegar, la suben en la parte delantera de la ambulancia, sin poder ver a su hijo. Las balizas azules y rojas están sincronizadas con el fuerte sonido de la sirena.

A máxima velocidad conduce el hombre que sabe que en la parte de atrás de su ambulancia lleva a un muchacho que se debate entre la vida y la muerte. El menor pierde la mano izquierda de inmediato y la derecha le queda colgando por un pedazo de carne. Profundas cortadas en la espalda, cabeza y brazos hacen pensar que sus días en esta tierra tendrían fin aquel sábado 26 de noviembre.

“¿Dónde están la mano izquierda?”, preguntan los médicos apenas ven su estado. Nadie sabe dónde queda. Cecilia no puede evitar romper en llanto al ver a su pequeño, su último retoño, bañado en sangre, agonizando por mantenerse con vida.

Mientras que en esta ciudad hacen todo lo posible por impedir la muerte del chico, en Arjona están todos conmovidos por el hecho. Los policías tienen en su poder la mano izquierda y llegan a la casa del muchacho para entregarla envuelta en una bolsa. Quien la recibe es su hermana mayor. No dan explicaciones, solo la entregan y se van.

¡Ayuda!

Debido a la demora en llegar a la clínica, y por la pérdida de la otra mano, es imposible salvarle las extremidades. Ahora el exboxeador aficionado carga con cicatrices que le recuerdan aquel momento que ve pasar la muerte frente a sus ojos. 

Cecilia dice que tanto ella, como su familia son víctimas de amenazas por parte de los víctimarios, es por eso deben partir de su casa por cierto periodo.

"El estado nos dio una vivienda por tres meses pero el plazo ya se cumple el 2 de noviembre y no sabemos que haremos después de eso. Estamos luchando para que nos extiendan el tiempo, porque no tenemos para dónde coger", dice Cecilia. 

Así mismo, luchan para que todo el peso de la ley caiga sobre los presuntos responsables del atroz hecho. "Lo mas impresionante es que para esos señores mi hijo no era un desconocido. Mi mamá trabajó más de 20 años en la finca del papá del administrador del lugar donde ocurrió todo y mi hijo se quedó a dormir allá y todo. Queremos que todos paguen por lo que hicieron, porque Freddy - capturado -  no es el único, nosotros conocemos a los otros que también estaban ahí y se pasean por el pueblo y la Policía no hace nada", precisa la mujer. 

Cae el primero
Freddy Zapata es consciente de lo que hace y se va del pueblo rumbo al Cesar, pero eso no lo salva de escapar de la ley. El 6 de septiembre es retenido por la Policía de Bolívar en El Copey, Cesar.

La versión de ese hombre es otra. En las audiencias preliminares asegura que él es víctima del menor, quien junto a otros muchachos le atraviesan un palo para robarle la moto en la que se moviliza. Según su relato, uno de los presuntos asaltantes le dispara y es cuando él actúa. Versión que no concuerda con la que entregan inicialmente.

La Fiscalía rechaza su argumento y señala que el muchacho tenía múltiples heridas con arma blanca, así que todo encajaría en un caso de uso desmedido de fuerza y una agresión premeditada. Además, las evidencias y los dictámenes médicos legales indican que la intensión del agresor era acabar con la vida del menor.
Un juez de Control de Garantías lo envía a la cárcel de Valledupar, luego de ser judicializado por intento de homicidio. Mientras tanto, las manecillas del reloj siguen corriendo y la familia de aquel muchacho que soñó con ser boxeador y ahora espera ser futbolista, desea que se haga justicia por el hecho en que un futuro ‘Pambelé’ pierde sus puños.
 

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