De entrada, al tocar el territorio de Las Palmas se puede percibir que en la población algo malo ocurrió. Lo que se siente, al llegar, es una profunda soledad.
Casas abandonadas, muchas de ellas en el suelo; barrios desaparecidos en medio de la maleza y el abandono. Pareciera que no hubiese vida.
Esa sensación de soledad comienza a disiparse cuando a lo lejos se oyen las voces de unos niños. Los único 11 pequeños que asisten a clases.
También se logra escuchar un vallenato del fallecido cantante Kaleth Morales y el saludo de alguna que otras personas que se asoman tímidamente a una ventana o a las puertas de sus viviendas.
De una de esas casas salen dos señoras a nuestro encuentro. En sus rostros se refleja la esperanza y un gran sueño por poder ver a Las Palmas como era antes del desplazamiento sufrido hace 14 años. Ese sentir lo expresan con lágrimas en los ojos.
Varios habitantes que se acercaron comenzaron a recordar el hecho de violencia que partió la historia en dos en este corregimiento de San Jacinto.
Fue un 27 de septiembre de 1999, cuando los “mocha cabeza”, como ellos le llamaron al grupo paramilitar que dominaba la zona, irrumpió a eso de las 6 de la mañana y asesinaron a cuatro personas. “Gente trabajadora; gente de bien que no se metía con nadie. Los asesinaron porque les dio la gana”, es lo que expresan.
Blanca Sierra, hermana de Rafael Gustavo Sierra, recuerda que ese día los hombres uniformados y con armas de fuego iban de casa en casas invitando a una reunión.
“Mi hermano salió a ver qué era lo que pasaba y terminó muerto en medio de toda la gente”, aseguró la mujer.
Blanca Reyes, otra habitante, relató que “también fue doloroso como asesinaron a la señora Emma Herrera Caro. Por suplicar que no mataran a su hijo, José Celestino De Ávila, también le dispararon”, recordó.
Además de estas dos personas, Tomás Bustillo Sierra y Rafael Gustavo Sierra fueron masacrados ante la mirada impotente de toda la comunidad que veía cómo iban cayendo uno por uno. Los niños que fueron sacados del colegio también presenciaron la matanza.
“Eso fue horrible. Yo estaba preocupada porque mi hijo Marlon José era profesor y llamaron a todos los maestros y alumnos. Ellos no tenían que ver si había niños o ancianos. Muchos años después asesinaron a la señora Dilia Herrera, una señora de 78 años. Imagínese usted”, sostuvo la señora Margot Lora de Serpa.
Varios de ellos recordaron cómo fueron asesinados sus familiares. Tras esa matanza, los paramilitares les dieron 24 horas para abandonar el pueblo.
Cumpliendo esa orden, unas 5.200 personas dejaron 616 viviendas solas y se fueron para evitar una tragedia mayor. El día 28 no quedó un alma en Las Palmas.
LAS NECESIDADES
La principal petición a las autoridades es que les garanticen el retorno digno a más de 550 familias que quieren volver. Algo que ha quedado solo en palabras y promesas.
No hay servicio de energía ni tienen gas natural; tampoco cuentan con agua potable y los niños no tienen una escuela. Escenarios deportivos no existen y hasta la señal para celular es muy deficiente.
La soledad es la compañera de las 52 familias que viven en Las Palmas. La esperanza sigue viva, paseándose por las calles a la expectativa de que hoy por hoy todo pueda mejorar.
El olvido en el que viven, para ellos, es el que tiene que ser desplazado ahora.
HOY, HOMENAJE A LAS VÍCTIMAS
Desde ayer comenzaron a llegar familias de palmeros para conmemorar un año más del desplazamiento y las muertes que dejó la violencia.
Se espera, para hoy, a las 10 a.m. la presencia del Gobernador de Bolívar, Juan Carlos Gossaín, y Paula Gaviria, directora de la Unidad de Atención y Reparación a las Víctimas. Los campesinos tienen preparado actos culturales y deportivos para hoy y mañana
Comentarios ()