En los Montes de María firmaron la paz antes de que las Farc y el Gobierno nacional se pusieran de acuerdo en La Habana. El 15 de marzo del 2016, cuando las negociaciones estuvieron en crisis, 42 procesos comunitarios de la región se reunieron para hacer una firma simbólica, reafirmando su compromiso en la construcción de paz.
Al final del primer año de implementación de los acuerdos, líderes de la Alta Montaña, de El Carmen de Bolívar y de Marialabaja nos contaron cómo han vivido en este nuevo ambiente de paz.
No muere la esperanza
En El Carmen de Bolívar, se silenciaron los fusiles. “Vivimos ahora en la tranquilidad que te da ese silencio y seguimos optimistas en las cosas buenas que nos pueda traer la paz”, comentó Soraya Bayuelo, coordinadora del Colectivo Montes de María.
El ambiente también es de esperanza en Marialabaja, municipio que recibió a personas desplazadas del corregimiento de Mampuján. “Aquí estamos esperanzados, nosotros creemos que el acuerdo y su implementación van a transformar el territorio, pero para eso se requiere de un compromiso que no solo es nuestro, sino del Estado”, anunció Gabriel Pulido, líder de la zona.
Llevan procesos previos
Soraya Bayuelo agregó que para todo el tiempo en el que los Montes de María estuvieron marcados por la violencia, un año es muy poco tiempo para empezar a evidenciar cambios. “Claro que falta mucho, inversión social, infraestructura, un montón de cosas que veinte años de guerra destruyeron, pero es difícil repararlas en un solo año”. Bayuelo también contó que, como en El Carmen de Bolívar, los procesos de reparación y recuperación vienen de mucho antes y es más difícil notar los cambios.
Es también el caso de líderes de la Alta Montaña, donde desde el retorno empezaron un proceso de reconciliación. Ciro Canoles, líder de Macayepos, explicó que en las zonas montañosas los acuerdos no trajeron posconflicto. “El tejido social lo empezamos a reconstruir nosotros sin ayuda de nadie, aunque después algunas entidades entraron a fortalecernos”.
Lo institucional y la gente
Ahora, explicaron los líderes están esperando que la implementación llegue a la zona. La Alta Montaña es ejemplo tanto de reparación como de restitución de tierras pero, explicó Canoles, falta el fortalecimiento de la agricultura que es el fuerte del sector.
Para ello, sostuvo Gabriel Pulido, las entidades del Gobierno deberían tener mayor compromiso. “El acuerdo no generará cambios si desde la institucionalidad no se asume y se abandera una forma de transformación, porque son las instituciones las que deben tener acciones para las poblaciones más vulneradas”.
Pulido aclaró que si el conflicto debilitó al Estado, no debería concebirse una implementación sin mejorar ese aspecto, aunque el reto de las comunidades vulneradas también es fuerte, ya que deben empezar a recuperar formas de vida, compañerismo y hermandad perdidos durante la violencia.
“En ese sentido lo vinimos haciendo en Marialabaja, tratando de recuperar las manifestaciones que teníamos antes, como las fiestas patronales, sentarnos debajo de un árbol a dialogar, a compartir, para enfrentarnos y contradecir las acciones violentas de esa época”, explicó Pulido.
¿Qué hacer con los políticos?
Soraya Bayuelo expresó su preocupación por el rumbo que están tomando decisiones sobre los acuerdos de paz, como el proyecto de las circunscripciones que se hundió en el Congreso de la República, aunque después el Consejo de Estado emitió un concepto que las avalaba.
“Si el Congreso no es capaz de aprobar tajantemente una política en favor de las víctimas, que se supone somos el centro de este proceso, a nosotros nos queda un sinsabor. La participación ciudadana tiene que darse”. Comentó que no es posible que a las Farc les den unas curules directas y a las víctimas, encima de que son por elección popular, terminen quitándoles la oportunidad desde el Congreso.
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