El 4 de mayo pasado El Universal publicó un artículo informando que la Universidad de Cartagena (Udecé) había presentado los resultados de un estudio el día anterior en El Carmen de Bolívar acerca de las 283 niñas que habían recibido la vacuna del Virus del Papiloma Humano (VPH) hace dos años, las que desde entonces vienen mostrando distintas sintomatologías y padeciendo por ellas.
La Udecé dijo allí que los síntomas que padecen son reales, y encontraron que “el 83 % de las evaluadas se encuentran bien en salud musculonutricional; el 8 % mostró problemas abdominales; el 19 % alteraciones en las extremidades. Pero el 90 % coincide con dolor toráxico y el 40 % manifestó tener dificultades respiratorias”, y quien presentó el estudio dijo también que había ‘evidencia importante’ de que las niñas tienen ciertas manifestaciones clínicas que deberían ser tratadas de inmediato. El representante de la Udecé recomendó un programa de acción integral individualizado, y suponemos nosotros que permanente.
El informe fue bien recibido inicialmente en El Carmen de Bolívar por los padres de las niñas y sus grupos de apoyo, tanto así que la Organización para la Defensa de los Derechos de los Ciudadanos (ODDC), dijo: “Celebramos que la Universidad de Cartagena haya colocado el sello de veracidad en que lo que sufren las niñas es real. Lo que lamentamos es que tuvieron que pasar dos años para que se dieran cuenta que el Plan Integral de Atención presentado por nosotros es una luz para iniciar la restauración de su salud, pero continuamos en nuestra labor humanitaria”. Pero luego, por no haberse dado a conocer todo el documento, comenzaron las suspicacias y criticas.
El gobernador de Bolívar, Dumek Turbay, le dijo ayer a El Universal que el estudio es de gran calidad y se daría a conocer tan pronto haya pasado una especie de auditoría contratada por la Gobernación para determinar si el trabajo cumplió su objetivo contractual, lo que debería suceder en la semana que entra.
En estos dos años desde que las niñas fueron vacunadas se han dicho muchos cosas, incluso por autoridades nacionales, como que las niñas no tenían nada distinto a una especie de “histeria colectiva” que las hacía actuar como lo hacían, y tener los síntomas que mostraban. Ya es bastante evidente que este diagnóstico es bastante improbable, por no decir que imposible, pues las niñas afectadas vienen sufriendo graves consecuencias reales. Tampoco creemos que los padres de estas jóvenes estén inventando problemas de salud en sus hijas, sino que efectivamente los hay, como se puede colegir de una crónica acerca de una de estas niñas que aparece en las Facetas de hoy en este diario.
El daño a las niñas ha sido enorme, y también lo es para muchísimas más que ahora le tienen pavor a una vacuna como la del VPH, reconocida mundialmente como indispensable y como de alta calidad. Es necesario saber qué pasó, especialmente si la vacuna fue mal manejada antes de aplicarla. Ojalá que las ‘ías’ sean diligentes para resolver este caso infame, como lo están siendo en otros. También es evidente que el Estado debe asumir cuanto antes el tratamiento de estas niñas para resarcirlas en todo lo posible y mejorarles su calidad de vida.
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