Editorial


Una ‘guerra’ que debe terminar

La historia entre los Trikisnai y los Wenceslao ha sido más de odios que de amores, y deja más muertos y heridos que soluciones contundentes para una convivencia en paz.

Los primeros son reconocidos como una pandilla y los segundos dicen ser una familia, pero lo cierto es que la pelea entre ambos bandos empezó hace un par de años, y hoy el resultado es de al menos 6 muertes y decenas de heridos.

Todo se habría iniciado por el robo y posterior reclamo de un celular. Desde ahí, el miedo y las peleas se apoderaron de varios sectores del barrio San Francisco, entre esos El Paraíso y África.

En junio del 2016, como nunca antes, salieron en los diferentes medios de comunicación: algunos, agarrados de manos, otros abrazados, luego de firmar un pacto de paz para dejar cualquier acto de violencia que arriesgara no solo la vida de ellos sino la de otras personas.

El acuerdo se dio cuando la Alcaldía se comprometió a incluirlos en el programa Primero los Jóvenes, de la Secretaría del Interior, que tiene tres etapas: intervención, contacto y planeación; caracterización de grupos y el restablecimiento de sus derechos, participación y formación para laborar. La tercera fase es la relacionada con empleabilidad.

En septiembre de ese mismo año, los llamados jóvenes en riesgo entregaron 50 armas blancas, entre cuchillos, navajas y machetes. Además, la Policía les organizó un partido de fútbol, les preparó un sancocho y les dictó charlas sobre la drogadicción y la importancia de formarse académicamente.
Sin embargo, habitantes de San Francisco protestaron hace una semana en los bajos de la Alcaldía porque el sábado, una niña de 13 años quedó herida luego de que supuestamente los Trikisnai repartieran bala en la calle donde residen los Wenceslao. Según la comunidad, el acuerdo se fue “al traste” hace meses y los enfrentamientos continúan.

El trabajo de la Secretaría del Interior con las pandillas de Cartagena ha sido positivo. Entre 2016 y 2017, según el secretario del Interior, desvincularon a 300 jóvenes y redujeron de 56 a 34 las pandillas, además de “alejarlos de las drogas, volver a la escuela, vincularlos a empresas de la ciudad y ser dueños de sus propios negocios”.
Este trabajo debe ser constante y el compromiso del Distrito y de los jóvenes no puede mermar. Es lamentable que una comunidad esté en zozobra por culpa de pocos que prefieren cometer actos criminales.

Lo ideal es que los enfrentamientos entre estas y las demás bandas terminen pronto, ojalá en buenos términos y con oportunidades para todos. Mientras tanto, la justicia debe aplicársele a quien delinca.

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