Hoy termina el mandato de ocho años de Juan Manuel Santos como presidente de Colombia, con aciertos y errores. Santos puso el proceso de paz con las Farc por encima de todo, y tuvo el mérito de desmovilizar a muchos combatientes, pero el error de atribuirle el nombre de “la paz”, cuando aún hay muchos grupos armados en todo el país, incluyendo disidencias de las propias Farc, por lo que esa paz general que todos queremos aún es esquiva.
Dejó tareas pendientes y desde hoy, y por cuatro años, el nuevo presidente, Iván Duque, debe asumirlas. Su reto no es fácil y urgen la reforma tributaria y la de la Justicia. Las finanzas del país requieren estrategias responsables para un crecimiento económico sano y para aminorar la pobreza.
Erradicar la corrupción no es un desafío menor, por lo que rodearse de ministros competentes y de su confianza, es un gran paso para empezar a trabajar por la legalidad y las buenas costumbres. Aunque el hábito de la ‘mermelada’ santista en la politiquería le pasará la cuenta a Duque, gobernar con transparencia es lo único que le puede devolver al país la confianza perdida en el Estado y sus instituciones.
La corrupción carcome al sistema de salud, un derecho aún violado a miles de colombianos. Duque dijo que meterá en cintura las EPS que no presten un servicio de calidad, lo cual no debe quedar en un discurso más, pues debe humanizar este servicio.
El agro también requiere esfuerzos. Es fundamental otorgar títulos a los campesinos con predios, invertir en tecnificar e innovar en el campo, promover el emprendimiento rural para atraer la inversión hacia la gente del agro y mejorar las vías terciarias y toda la cadena logística que permita una verdadera modernización del campo colombiano.
Los demás pendientes en la agenda del nuevo presidente son muchos: cambiar los acuerdos de paz con las Farc sin que lo ganado se pierda, continuar los diálogos con el Eln, luchar contra el narcotráfico, manejar de manera adecuada la llegada masiva de venezolanos a Colombia y la relación con el gobierno de Nicolás Maduro.
Otro asunto urgente es actuar con diligencia en Cartagena, con su crisis políticoadministrativa y una ciudadanía cansada de la interinidad en la Alcaldía (10 alcaldes en los últimos 7 años), con más de 101 cambios en su equipo de gobierno en menos de 30 meses, lo que se traduce en discontinuidad e ineficiencia en los planes del Distrito.
Antes de dejar la Presidencia, Santos firmó otro decreto, el decimocuarto en ocho años de mandato, para nombrar a la primera autoridad de la ciudad, pero la decisión de elegir la persona se la dejó a Duque, quien deberá evaluar muy bien qué hacer.
El próximo alcalde de Cartagena necesita que el Gobierno financie las obras del canal del Dique, saber qué hacer con la Base Naval, hacer la protección costera, estar alerta con el galeón San José, arreglar a Transcaribe, trasladar el mercado de Bazurto, hacer el Plan Especial de Manejo y Protección del Centro Histórico, el POT, el Plan Maestro de Movilidad, controlar las construcciones ilegales y definir las concesiones por vencerse, entre muchos otros asuntos que requieren seriedad y continuidad política.
Ojalá Duque pueda cumplir con su plan de gobierno, y ayudar a Cartagena a salir a flote.
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