Editorial


Terna: política, no politiquería

EL UNIVERSAL

15 de septiembre de 2018 12:00 AM

Se habla mucho por estos días de si quien esté en la terna del Partido Conservador para que el presidente de Colombia designe de ella a la siguiente persona encargada de la Alcaldía de Cartagena,  debe o no ser política. Es una discusión un poco inane, porque es obvio que quienquiera que sea la persona designada debe ser política, en el sentido verdadero de la palabra.

La definición de ‘política’ en el DRAE tiene dos acepciones muy apropiadas: una dice: “Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados”, y otra dice: “Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo”, y no está de más decir que otra acepción es “Cortesía y buen modo de comportarse”. Se entiende entonces que la política excluye todo lo que sea ilegalidad y falta de ética.

La palabra ‘politiquería’, contraria a ‘política’, tiene en el DRAE tres acepciones que la explican bien: “Intervenir o brujulear en política; Tratar de política con superficialidad y ligereza; y Hacer política de intrigas y bajezas”.

En un mundo ideal, debería primar la política y no existiría la politiquería. Hay países afortunados donde la primera suele sobrepasar con mucha ventaja a la segunda, que es a lo que debemos aspirar todos los colombianos para nuestro país. Ya en este se nota con fuerza una gran exasperación contra la politiquería y un reclamo general por derrotarla. La politiquería es un sistema perverso nacional y no el monopolio de una región en particular, aunque es peor donde hay muchas personas con poca educación, sin una cultura de votar libremente y a conciencia, donde la politiquería compra con dinero muchos votos.

El sistema politiquero es también contratero y muchos funcionarios son elegidos con la financiación de contratistas, que no lo hacen gratis, sino que luego recibirán más o menos a dedo contratos de sus pupilos para pagarles su ‘inversión’, y con creces. También se reparte burocracia, incluyendo entidades descentralizadas en el caso nacional, y secretarías en el caso municipal, para políticos importantes, quienes a la vez emplearán a la gente que los apoyaron y estos a sus subgrupos.

Lo que menos parece importar es resolver los problemas del país o de una ciudad, especialmente de sus habitantes, para quienes se supone que trabajan los funcionarios elegidos. Muchas de las instituciones no tienen las herramientas para hacer su trabajo misional, ni a la politiquería le interesa hacerlo. De ahí el descontrol local en la construcción, por ejemplo, y en otros sectores.

Cualquier persona designada por Duque de la terna que le envió el Partido Conservador, suponiendo que vaya con el propósito de hacer política, y no politiquería, quedaría entonces inmersa y enfrentada desde el primer momento al marasmo politiquero que predomina aquí y en el resto del país.

Hay que escoger bien de la terna, pero la ciudadanía y los entes de control también deben acompañar a quien se designe para facilitarle hacer política, y no politiquería.
 

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