Editorial


Palabras que no se lleva el viento

EDITORIAL

18 de febrero de 2017 12:00 AM

El alcalde Manolo Duque es un hombre de hablar espontáneo a quien le salen las palabras por borbotones y ya en varias ocasiones hubiera deseado no haber dicho algunas que de una u otra forma se devolvieron en su contra, a veces de manera ‘viral’ por las redes sociales. Aunque no tenga malas intenciones, no es lo mismo hablar con los amigos cercanos que hacerlo como alcalde y con repercusiones mediáticas.

Cada día hay más expresiones que son políticamente incorrectas, o quizá mejor, cada día las expresiones políticamente incorrectas llegan a más personas y pueden tener consecuencias, especialmente si se prestan a ser interpretadas como insensibles.

Antes se hablaba de cojos, mancos, tuertos, sordos y ciegos, entre otras cosas, y ahora se habla de personas ‘en situación de discapacidad’ porque el término respeta más a las personas y hiere menos la entendible sensibilidad de alguien que tiene alguna de estas afecciones y la sufre de cerca y con intensidad porque la tiene que vivir a diario. Siguen siendo comunes reclamos con intención jocosa como  ‘pareces sordo’, cuando alguien no oye o entiende bien lo que le dicen; o ‘pareces ciego’ porque la persona no encuentra algo a pesar de tenerlo bajo las narices; o la acusación ‘eres mudo’ por no contestar a alguna pregunta o comentario no bien oído; o ‘pareces cojo’ porque alguien se tropieza. Estos comentarios no son graciosos ni ingeniosos cuando los tiene que oír quien está afectado por alguna de estas discapacidades.

Era común en cualquier conversación oír la terrible y cruel expresión, dicha como gracejo, de alguien con buen apetito que “come más que un cáncer”, sin pensar lo que podría sentir alguien con esa enfermedad en su persona o en su familia, que tuviera que oír ese ‘chiste’ tan terrible.

También hay expresiones que afortunadamente tienden a desaparecer, como las racistas que asocian el color negro con algo negativo, como hablar de aguas negras, en vez de aguas servidas; una suerte negra, en vez de mala fortuna; una casa o edificio en obra negra, en vez de en construcción; o hablar de algo tan natural e inevitable como un lunar oscuro para significar alguna mácula de cualquier clase.

Todas las anteriores expresiones están fuera de lugar, aunque la mayoría que las usa no se da cuenta exacta de lo que está diciendo ni de cómo puede ofender a alguien.

En la era de las comunicaciones instantáneas y del surgir de múltiples grupos que defienden intereses legítimos, especialmente sus derechos humanos y su dignidad, la comunicación no puede irrespetar a personas con padecimientos que no eligieron tener y con los que tienen que vivir, en unos casos, y en otros porque tienen legítimo derecho a las diferencias. La comunicación tiene entonces que ser respetuosa, cuidadosa y solidaria.

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