Editorial


No sabemos celebrar

EL UNIVERSAL

26 de junio de 2018 12:00 AM

Es increíble y a la vez lamentable que un triunfo de la Selección Colombia en un Mundial de Fútbol dispare la cantidad de riñas en Cartagena.

Desde el Mundial de Brasil 2014 quedó demostrado que cuando gana la Tricolor, también gana la intolerancia.

Recordemos que tras el triunfo contra Uruguay en los octavos de final, se reportaron tres muertes violentas en la Heroica, pese a algunas medidas que se tomaron, por ejemplo, ese sábado fue Día Sin Moto.

Cuatro años después, el equipo dirigido por el argentino José Néstor Pékerman consiguió llegar al Mundial de Rusia, y lo que debe significar alegría, se ha transformado en tragedia para algunas familias donde la mezcla entre euforia y licor, hace que vean correr sangre.

El pasado domingo, cuando también era el Día del Padre, Colombia consiguió su primer triunfo, una goleada 3-0 contra Polonia que debería unir y poner a soñar al país porque aún se sigue con vida para clasificar a segunda ronda. Sin embargo, en Cartagena muchos se dedicaron a pelear.

El comandante de la Policía Metropolitana de Cartagena, general Luis Humberto Poveda, confirmó que entre el domingo y las 7 de la mañana de ayer los uniformados atendieron 381 riñas en la ciudad. Es una cantidad bochornosa. El Día de las Madres hubo 180 peleas.

Después de la victoria de Colombia, la institución reportó que hubo cinco homicidios, tres personas murieron en medio de festejos: en El Bosque, Villas de Aranjuez, y una mujer de 58 que acuchillaron en Loma Fresca.

La línea 123 de la Policía no dejó de sonar, tanto así, que el mismo comandante reconoció en rueda de prensa que llegó un momento en que no alcanzaban a atender el montón de riñas reportadas.

Ya dijo también que para el próximo partido de Colombia, este jueves contra Senegal, el personal que hace turnos en las mañanas reforzará también en la tarde, teniendo en cuenta que habrá un puente festivo.

Creer que con los policías basta para evitar cualquier alteración del orden público es un error. La intolerancia es tanta e incontrolable para las autoridades que es la primera causa de muerte violenta en los últimos años, por encima de los sicariatos.

El examen sobre la resolución de conflictos lo estamos perdiendo, y transformar esa cultura le ha quedado difícil al Distrito, empeorando la situación al extender el horario para expender licor durante el Mundial.

Seguramente se vendrán algunas medidas represivas para tratar de que no se disparen aún más las agresiones tras una celebración, pero eso no basta. Se requiere, como dice el sociólogo Jair Vega, “una inversión social para que ese tipo de violencia se transforme en una forma distinta de resolver los conflictos. Todo orden cultural es susceptible de ser transformado, lo que pasa es que los gobiernos invierten mucho en cemento, pero poco en crear cultura ciudadana, y eso no se hace con pocos recursos”. 

Ojalá algún día Cartagena le apunte en serio a esa transformación. El problema es que con tanta interinidad, es muy difícil creer que se llegue a un plan que funcione.

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