Editorial


Modernidad y vías

Parte de la vida de Cartagena de Indias sigue siendo un contrasentido, como si se siguiera el libreto de las famosas dos ciudades que tanto se mencionan, la pudiente y más educada, y la pobre y con educación deficitaria.

A esa otra ciudad rezagada se le acusa muchas veces de vivir a un ritmo diferente y de seguir sus propias reglas, las que va improvisando al andar. Cuando se habla de reducir las diferencias entre las dos Cartagenas, tiene que ser prioritaria la educación para que toda la población pueda compartir la misma visión y punto de arranque en las normas de convivencia, las reglas de tránsito entre ellas.

Colombia se embarcó en un plan ambicioso de dobles calzadas, un concepto moderno para mejorar la movilidad general, pero está superpuesto sobre algunos comportamientos inconvenientes, de los cuales también participa alguna gente con mejor educación. 

Hemos mencionado antes aquí el mal uso de los carriles en las dobles calzadas, en las que en vez de circular por el carril derecho y usar el izquierdo solo para sobrepasar, los conductores escogen uno de los dos para andar y terminan bloqueando ambos al ir dos autos, el uno al lado del otro, a la misma velocidad, y nadie puede pasarlos.

Otro ejemplo es la evasión de los motociclistas de los retornos viales porque “están muy lejos”, y terminan volándose de una doble calzada a la otra por la división central, y no contentos con eso, usan el hombro de la carretera para andar en contravía. En Loma de Piedra, por ejemplo, además de lo anterior, hay al menos dos circuitos para hacerle el quite al retén de la Policía. Y en la zona norte, donde esta institución casi ni mira las motos, el comportamiento es similar con respecto a no usar los retornos y tener rutas establecidas sobre las bermas de ambas calzadas para andar en contravía.

En algunos barrios de La Cordialidad pretenden mantener cruces peligrosos entre una calzada y otra para entrar a estos, porque sus residentes tampoco quieren ir a los retornos.

Pero no hay que salir de la ciudad para ver estos comportamientos lastimosos de las motos, las que también andan en vía contraria al salir de la perimetral aledaña al caño Juan Angola, y viran en contravía hacia la avenida Santander en el puente Benjamín Herrera. Hemos visto al DATT hacer operativos allí, pero no tiene suficientes operarios para dejarlos fijos, y apenas se van, arrancan los infractores a hacer lo suyo. Y las áreas peatonales alrededor de Muebles Jamar, diagonal al fuerte de San Felipe, parecen unas pistas de competencia de los motociclistas, que hacen sentir a los peatones como unos intrusos.

En Cartagena faltan más agentes del Datt, mientras que el Gobierno nacional debería hacer campañas masivas de educación para usar las dobles calzadas porque cada cual hace en ellas lo que se le antoja, perdiendo estas carreteras buena parte la eficiencia en la movilidad, además de aumentar los accidentes.

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