Las mareas en Cartagena (y en el mundo) son cada vez más altas, lo cual no es una sorpresa para nadie porque ya lo sabemos desde hace varios años, suficientes para estar mucho mejor preparados, pero quizá por nuestra aversión a planificar -no queremos pensar que es incapacidad- el tiempo ha pasado y nada hemos hecho en la ciudad con algunas herramientas útiles que tenemos.
La primera es la información ampliamente divulgada en el mundo acerca del calentamiento global, o cambio climático, uno de cuyos efectos graves es el incremento en el nivel medio del mar. Por desgracia, los estimativos desde hace unos 10 años son superados por la realidad, cuyo avance parece ser geométrico, mientras la acción para defenderse de los daños de las mareas altas es paquidérmica.
Cartagena tiene también un ‘arma’, que es su Plan 4 C, o Cartagena Competitiva y Compatible con el Clima. Fue la primera ciudad del país en tenerlo, pero las sucesivas y accidentadas administraciones no le han puesto atención de verdad, ni han invertido donde se requiere hacerlo.
Tenemos también un ‘render’ hecho por el departamento de Hidráulica de la Universidad de Cartagena para defender la orilla de Bocagrande y Castillogrande que está sobre la bahía, el que además sería un plan piloto para defender otros barrios de la ciudad, y funciona más o menos así: se construye un box culvert en todo este tramo que tendría dos funciones, la primera es impedir la entrada del mar a las calles por su altura; y la segunda es que la estructura actuaría como un tanque gigante al que caería el agua lluvia de las calles, que sería bombeada de vuelta a la bahía. Con este sistema no entraría el agua salada a las calles, ni estas se inundarían ni con los aguaceros más fuertes.
Algunos ingenieros consideran que este sistema, aunque efectivo, es muy costoso y complicado, y sugieren en vez subir la altura de las calles a una altura que prevea una buena cantidad de años de calles secas. Esta solución tendría la ventaja de que se haría sobre las calles existentes, previa impermeabilización, para evitar el efecto destructor del agua de mar por debajo de las placas a través de la presión del nivel freático, y por supuesto, evitaría igualmente el daño de la parte superior de las placas porque el mar no llegaría allí.
Como es normal, la gente de estos barrios se preocupa mucho por el daño de la sal del mar a sus vehículos (los destruye), pero no se percatan de que el daño más costoso para el erario es el del concreto de las calles, que hoy ya está destrozado por todo lo anterior, y también por falta hasta del mantenimiento más elemental. Aunque se hiciera la solución de la Udecé, las calles de todos modos habría que hacerlas casi todas nuevas. Igual pasa en muchos de los demás barrios afectados, como el Pie de la Popa y el Barrio Chino, entre muchos otros.
Es indispensable que el Distrito reúna a todos los expertos, llegue a conclusiones, y actúe para planificar y gestionar la solución. El problema es muy grave y no se arreglará solo, además empeorará a diario.
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