Editorial


La Popa invadida

Ha sido preocupación constante de muchos cartageneros, como la ha sido de este medio en espacio, la invasión y destrucción permanente de los ecosistemas del cerro de La Popa, atacado por todos sus flancos sin que tenga una protección efectiva, imposible de lograr con la usual verborrea de las autoridades acerca de lo que dicen que van a hacer, pero no hacen nunca.

El Tribunal Administrativo de Bolívar, en buena hora, acaba de ratificar en segunda instancia la sentencia del 22 de febrero del 2017, por el fallo del juez Séptimo Administrativo de Bolívar, Alfredo de Jesús Moreno Díaz, ordenándole al Distrito reubicar cinco invasiones en La Popa dentro de los próximos 18 meses: la Boca del Diablo, El Hoyo, Kennedy, Lomas del Rosario y la Bendición de Dios.

Tal como publicamos en nuestra edición de ayer, el fallo lo originó una tutela interpuesta por la entonces defensora del Pueblo, Irina Junieles, coadyuvada por la fundación Ecopopa, para proteger el medio ambiente en dicho cerro. La decisión del juez también obliga al Distrito a poner en marcha una política pública de protección integral del cerro de La Popa. Aplaudimos este fallo del juez y nos encantaría que el Distrito lo cumpliera, aunque tenemos nuestras dudas por haber visto que otras sentencias contra este ente han sido incumplidas sin consecuencias, como por ejemplo, trasladar el mercado de Bazurto. El Distrito además tendrá que censar a los ocupantes de las 27 hectáreas invadidas, que ojalá ya no sean más, para que no sigan llegando otros.

El enfoque del daño hecho a La Popa normalmente se limita a lamentarse porque talaron árboles. Aunque talar y arrasar la vegetación es gravísimo en sí, el perjuicio va mucho más allá del daño a los bosques, ya que estos tienen múltiples funciones y una relación simbiótica con sus ecosistemas. Las distintas especies de aves suelen escoger ciertos árboles para anidar, las mariposas solo nacen de capullos colgados de ciertas plantas, y los insectos también hacen distintas labores con distintas plantas para mantener el equilibrio de los ecosistemas. Los bosques también soportan especies que le sirven de alimento a otras, que así las controlan para que no haya sobrepoblación. Arrasar los bosques, entonces, no solo acaba con los árboles, sino con muchas especies que pierden su hábitat, y hasta sus vidas, además de amenazar la del hombre al terminar la producción de oxígeno, en este caso de 27 hectáreas, las que habría que sumar al resto de la tierra deforestada en el cerro. Y esta deforestación sigue sucediendo a diario porque no hay una vigilancia adecuada y al pie del cañón.

El Distrito debería armar un equipo eficiente y permanente para proteger La Popa, con un liderazgo al que le entreguen medios y poder para que le sea posible cumplir, no solo en esta emergencia, que ojalá no pase pronto al olvido, sino en una campaña diaria por impedir nuevas invasiones, en primer lugar, y para reubicar a los invasores que tengan derecho a este privilegio. Si no hay autoridad para cuidar el cerro, las reubicaciones solo servirán de estímulo para nuevas invasiones y nunca se cerrará ese círculo vicioso.

 

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