Editorial


La institucionalidad desbordada

EL UNIVERSAL

28 de marzo de 2018 12:00 AM

Preocupa sobremanera cómo la mala conducta ciudadana desborda la institucionalidad de Cartagena de Indias. Hay un mundo formal y medio ficticio, compuesto por las declaraciones de las autoridades, y un mundo real que marcha a contrapelo de estas declaraciones y de las normas.

Algunas autoridades hablan de la normalidad de Playa Blanca, cuando ese perdió hace ya mucho tiempo, y en su lugar hay una destrucción bárbara y creciente de su ecosistema, con áreas de playa invadidas con ranchos y hoteluchos, y sin que las autoridades puedan dar una respuesta coordinada y contundente. Hay operativos sin continuidad, solo para hacer ver que se hace algo, pero el desmadre sigue: sobrecarga de las playas, aguas servidas y basuras a los cuerpos de agua adyacentes, y anclas de lanchas rastrillando el fondo de algas donde aún quedan. Los corales ya son historia del pasado, en parte por el deterioro ambiental mundial, y en parte por la negligencia oficial.

Las autoridades controlan el mundo formal de las lanchas y de los servicios turísticos insulares desde los muelles oficiales, y lo hacen bien, pero hay un mundo informal e ilegal paralelo al que los controles no le hacen mella y por cada sancionado hay decenas de ilegales impunes.

La Popa, a pesar de saberse que hay nuevas quemas e invasiones, y que se anuncian medidas que deben contrarrestar este ataque feroz, sigue retrocediendo en casi todos los sentidos porque la depredación es gigantesca comparada con la capacidad de las autoridades de contrarrestarla.

Los manglares son talados y rellenados en plena área urbana y visible de La Boquilla, y a pesar de los retenes y de alguna presencia de la Policía, este fenómeno sigue a toda marcha, ya sin ninguna vergüenza ni respeto por la autoridad, que en verdad no existe. Las volquetas con relleno las ven todas las personas, pero son invisibles para las autoridades y circulan y operan con toda la libertad, y no les pasa nada. Ocurre igual, pero a mayor escala, en los manglares de Tierrabaja, donde el daño es más organizado y generalizado, y sin guardar ningunas apariencias.

El tráfico de motos con más de dos pasajeros crece en extramuros como una plaga, como crece también con descaro la cantidad de parrilleros sin casco en la propia ciudad.

Las instituciones tienen que redefinirse a sí mismas y prepararse para hacer mejor su trabajo, porque han sido desbordadas por los comportamientos descritos y por otros, y de no enfrentar sus retos con las herramientas adecuadas, pronto la ciudad será invivible.

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