Transportar turistas a las islas del Rosario y a las demás en nuestros alrededores es una actividad regulada por Corpoturismo, desde cuyo muelle (de La Bodeguita) y con la revisión de la Dimar, se embarcan y se reciben estas personas. Aunque la Dimar debe revisar y certificar el estado de estas lanchas, el control cuando ya están navegando es de Guardacostas. Estas embarcaciones son inequívocamente para transportar turistas y así están matriculadas, equipadas e inscritas en distintas compañías. Y deben recoger y dejar sus pasajeros solo en los muelles de Corpoturismo. Hasta ahí todo está claro.
En Cartagena, sin embargo, la informalidad es galopante y, aunque parece que fuera solo un problema de quienes invaden el espacio público en el Centro y en los barrios con ventas estacionarias o ambulantes, la verdad es que trasciende a estas personas, pasando a actores de estratos altos y se agrava en las temporadas turísticas plenas.
Con el transporte a las distintas islas pasa algo similar con las llamadas lanchas ‘VIP’, es decir, las que son privadas y aunque sean igual o más grandes que las de La Bodeguita, solo les cabe una fracción de los pasajeros, los que van mucho más cómodos y por eso pagan mucho más. Cualquier dueño de lancha puede invitar a sus amigos a pasear y recogerlos en cualquiera de los muelles de Bocagrande o Manga sin restricciones distintas a pasar los controles reglamentarios de Capitanía y Guardacostas, tanto la lancha como quien la comanda.
Pero muchísimas de estas lanchas también están metidas en el transporte informal de pasajeros a las islas, aunque estos fingen que son invitados del dueño de la lancha, y como la Capitanía no puede probar lo contrario a pesar de saber lo que está pasando, este negocio tiene atiborrados los muelles y calles de los barrios residenciales costeros como Manga y Bocagrande. Llegan en ‘vans’ y en busetas, los llevan a los muelles unos guías, pero usan lanchas sin los seguros adecuados, y no le tributan lo debido al fisco. A la vez, perjudican tremendamente la calidad de vida de los vecinos de los muelles y de todos los demás que deben sortear trancones enormes. La Capitanía tiene un plan de formalización y es una buena idea, pero no resolverá el perjuicio a barrios antes apacibles. Es increíble que una ilegalidad tan obvia no solo sea tan difícil de controlar, sino que crece de forma geométrica y llegará a convertirse en un problema enorme, como le pasó al mototaxismo, de no ser enfrentado inmediatamente y con contundencia.
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