Editorial


La guerra o ‘la paz’, falsa dicotomía

EL UNIVERSAL

07 de enero de 2018 12:00 AM

En algunas partes y medios se presenta la situación de Colombia como si al fin se hubiese alcanzado la paz y el país estuviese todo tranquilo y seguro. Nadie normal puede preferir la guerra, ni decir que era mejor el conflicto con las Farc, que la paz sin muertos entre estas y el Estado.

Pero ‘la paz’ como tal no existe aquí, sino una sola paz con las antiguas Farc, hoy convertidas en el partido de ‘la’ Farc, o Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, organización que ya hace política electoral. Sin embargo, la guerra sigue con las disidencias de las viejas Farc, con el Eln y con las diversas bacrim, todas alimentadas con el mismo combustible funesto: el narcotráfico; la explotación ilegal del oro, que destroza la tierra y envenena los ríos con mercurio y otros químicos; el secuestro; la extorsión; y otras formas perversas de exprimir a la población civil.

Muchas de estas fuerzas ilegales ya coparon los territorios dejados por las Farc, dada la incapacidad del Estado de saturarlos con sus tropas y su institucionalidad. Todos los colombianos saben que no hay una paz general, sin quitarle importancia a que las Farc y el Estado ya no estén matándose todos los días.

El Acuerdo de paz con las Farc, sin embargo, sigue dividiendo al país porque el voto en el plebiscito, promovido por el propio presidente Santos, lo ganó el ‘no’, y sus promotores y partidarios sienten que sus sugerencias fueron ignoradas casi del todo por el Gobierno y las Farc. Esa sensación de engaño crea la mayor parte de la polarización. No sabemos si se perdió ya la posibilidad de modificar el Acuerdo de paz con sensatez entre todos los involucrados para unir a Colombia, pero es evidente que como está, la divide.

Lo único que parece ser común a los colombianos hoy es el fastidio inmenso con los partidos políticos y la corrupción, y ese rechazo generalizado podría definir las distintas elecciones que enfrenta Colombia. Ojalá que los colombianos tengan la sensatez de no elegir modelos políticos que en vez de crear riqueza y empleos, los destruyen, y solo sirven para perpetuar el autoritarismo, anular a la gente, estimular una corrupción aún peor, además de arruinar a los países. En la región hay varios ejemplos.

Y hablar de la guerra o ‘la paz’ con las Farc, como si esta fuera la paz de Colombia, es una falsa dicotomía, porque aun aceptando ese Acuerdo de paz, hay varias paces más por lograr, unas a las buenas y otras a las malas, como se deduce de todos los actores armados que siguen delinquiendo en el país. La paz que necesita Colombia tiene que desarmar a todos los violentos. 

 

 

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