Caminar por las aceras de la Avenida Venezuela implica serpentear gran cantidad de ventas invasoras, al mejor estilo de un camino montaraz.
Esto es desalentador para los ciudadanos de a pie, y sobre todo para aquellos que conservan memoria de los esfuerzos de hace varios años por parte de la Gerencia de Espacio Público, para despejar esos andenes, tal como en efecto lo consiguiera.
La invasión del espacio público por parte de los vendedores informales, es históricamente recurrente y está tan enquistada en toda la ciudad, que muchos de esos comerciantes creen tener escriturado el lugar que usurpan, hasta la arbitrariedad de ‘peleárselo’ al Distrito en los procesos de restitución.
Los desplazados y más afectados finalmente son los usuarios comunes y corrientes.
El contexto es semejante para la Avenida San Martín de Bocagrande, en el barrio El Laguito, en El Campestre, el sector del Biffi, y en la vía de Los Ejecutivos que conecta al Consulado con la Pedro de Heredia, en La Castellana, entre otros.
En Los Ejecutivos la situación es de completa anarquía. Los vendedores no solo están apropiados de todo el andén, sino que expandieron sus atribuciones a la calzada, comprimiendo el tráfico vehicular, y de paso acorralando a los peatones que, sin alternativas, se ven obligados a meterse a la congestionada vía, con todo el peligro que ello conlleva.
Saltamos al barrio El Campestre, donde lo que fuera un área de frondosos e imponentes árboles, frente a la esquina del colegio Bertha Gedeón de Báladi, está ahora en manos de todo tipo de vendedores informales y de mototaxistas, y de algo tan evidente todavía al parecer, no se han percatado las autoridades.
Allí había no menos de cinco grande árboles, pero ahora solo quedan tres, porque los demás sucumbieron, todos abusados por ese informalismo que a diario se orina en sus robustas raíces, y hasta residuos nocivos les vierten.
Regresamos a la emblemática Avenida Venezuela, por la que mas cartageneros circulan todos los días. Cómo explicar la indiferencia frente a ese abrumador problema.
Se suma a todo esto, que muchos mototaxistas ahora se adjudican la propiedad de las vías barriales, pues improvisan sus estaciones dispersando sus motos en la calzada, es decir, ni siquiera tienen la sutileza de estacionarlas orilladas al andén, lo que obliga a que los otros conductores tengan que “pedir permiso” para poder pasar y no generar un trancón.
Es preocupante que toque gambetear (como en el fútbol), para poder rivalizar con las ventas estacionarias en vías tan importantes.
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