Editorial


¡Feliz Navidad!

EL UNIVERSAL

24 de diciembre de 2017 12:00 AM

Aunque la Navidad tuvo orígenes paganos, hoy es -o debería ser- la fiesta familiar por excelencia, cuando se reúne la familia inmediata y con frecuencia la extendida con un espíritu alegre en el que priman los niños, que a su vez pueden ser nietos y bisnietos en los distintos ágapes familiares.

Las distintas religiones celebrarán las Navidades de distintas maneras, aunque las formas de hacerlo del cristianismo se parecen mucho las unas a las otras, con sus pesebres en unos casos y su papá Noel en otros, en un popurrí a veces sin identidad por la campaña ya avanzada y feroz del mercadeo mundial, donde los renos y el trineo desplazaron a los Reyes Magos hasta en el trópico ardiente. Pero a pesar de este sincretismo más que todo mercantilista, en general se puede decir que es una época de renovación espiritual y de reafirmación de afectos familiares y entre vecinos.

Lamentablemente, también es una época sin contenido para algunos distinto al de parrandear y tomar mucho alcohol, motivo por el cual suelen crecer las estadísticas

de peleas, atracos, accidentes y hasta asesinatos. Y para algunos ladrones es la época precisa para robarle las primas a los incautos, de los que aún hay demasiados.

Todo el mundo debería estar atento a las instrucciones de la Policía, en el sentido de no retirar sumas fuertes de dinero de los bancos sin acompañamiento policial para evitar el fleteo, que es tan común, ni dejar sus viviendas solas, ya que hay bandas especializadas de fuera que vienen  a Cartagena a aprovechar los días festivos para hacer sus fechorías contra locales y foráneos.

También conviene no dañar los días de alegría en familia con niños quemados por pólvora, un elemento arraigado en muchas celebraciones colombianas, pero que es una práctica peligrosa y a veces con consecuencias funestas. No hay derecho a que los adultos promuevan una actividad que puede resultar en niños mutilados de por vida; sencillamente no vale la pena correr ningún riesgo en esta actividad primitiva y peligrosa.

Tampoco estaría de más que los cartageneros meditaran, entre pastel y pastel navideño, en la situación deplorable de Cartagena y en cómo se puede remediar a través del voto infaltable y escrupuloso de la ciudadanía en las próximas elecciones, tanto las atípicas locales, como las parlamentarias y las presidenciales cuando les llegue la fecha.

Feliz Navidad a todos los lectores de El Universal y a sus familias.  

 


 

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