Ayer la Presidencia de la República envió un comunicado desde Tibasosa, Boyacá, en el que el presidente Juan Manuel Santos hizo hincapié en “(...) los progresos del país para sustituir importaciones de productos agropecuarios y dijo que existe la tierra y el capital humano para que Colombia se convierta en una despensa del mundo y una potencia agropecuaria”. Se refería en concreto a sustituir cebada maltera importada por cebada boyacense para una planta cervecera de Bavaria SA., “(...) en la que se beneficiarán cientos de agricultores boyacenses y que permitirá sustituir paulatinamente las importaciones de esa materia prima”.
Pero además de hablarle a los boyacenses, el presidente resaltó que el país apenas cultiva 7 millones de hectáreas aunque hay más de 23 millones de hectáreas disponibles, y anunció “(...) que está próxima la expedición de un decreto con el que miles de campesinos formalizarán la propiedad de su tierra, y se pondrá en marcha una nueva línea de crédito para compra de maquinaria por parte de Finagro”.
Estos anuncios de Santos le caen bien al país, y es cierto que poder comprar maquinaria barata, especialmente tractores con arados y rastrillos para preparar la tierra, sería un avance enorme, tanto para individuos como para cooperativas de pequeños productores, pero los tractores solos ni la demás maquinaria, por sofisticada que sea, pueden hacer que la tierra produzca.
El agro colombiano necesita agua, como lo hemos dicho tantas veces aquí, y sin este insumo indispensable todos los demás son casi irrisorios, incluida la maquinaria agrícola, especialmente en los largos veranos de la Costa Caribe, con frecuencia de 6 meses y a veces de más, en los que no hay agricultura distinta a la que permita el régimen de lluvias errático, y en los que los ganados se enflaquecen para luego reponerse al llegar invierno, en un círculo vicioso en que se pierden cientos de miles de kilos en el país, sin que nadie se los pague o compense a los ganaderos pequeños ni grandes.
Es casi una labor anual de tontos que daría mucha risa si no fueran tan graves sus consecuencias para quienes viven del agro, y para el país que consume sus productos y no debería tenerlos que importar.
La campaña más importante que el Gobierno debería hacer para que el agro colombiano se convierta en la despensa del mundo, más allá de la retórica, es fomentar el riego, tanto de aguas del subsuelo como de represas que almacenen los excedentes de las épocas de lluvias.
El agua es el factor principal para convertir el agro en una industria viable para pequeños y grandes productores. Es el agua, presidente, ¡es el agua!
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