El pasado 16 de febrero se conoció el Decreto 295 de 2018 en el que el presidente Juan Manuel Santos convoca a elecciones atípicas para la Alcaldía de Cartagena. Los comicios serán el 15 de abril.
A pesar de las solicitudes hechas por varios sectores desde que se conoció la renuncia de Manolo Duque a finales de octubre, el decreto no salía, y ante el silencio del Gobierno, las especulaciones llegaban al punto de sugerir que iban a desatender la ley.
En la crisis política de la ciudad, que pareciera acostumbrarse a las constantes interinidades, algunos hablaban de que continuara el alcalde encargado para ahorrarse el desgaste de unas elecciones, pero la ley es clara y se requiere la estabilidad de un alcalde electo.
Desde antes de conocerse ese decreto, ya varios políticos, con muchas ganas de tomar las riendas de la ciudad, recorrían los barrios como aspirantes. Cualquiera pensaría que es un acto de gallardía querer ser alcalde de Cartagena con todos los problemas que padecemos. Ojalá el motivo de todos no sea uno diferente al de sacar la ciudad a flote.
Bien se sabe que a quien sea electo, no le alcanzará el tiempo para arreglarlo todo, sin embargo, es necesario que trabaje incansablemente para que al final de su mandato sean más los resultados a favor de Cartagena, que los pretextos para justificar que no se logró.
Los ciudadanos están cansados de la corrupción. Movimientos como aquel que hace encuestas para buscar un alcalde ideal, o los jóvenes que borran avisos políticos de las paredes, son una muestra de ello. Urge trabajar por lograr un voto consciente y sin intereses particulares.
Los candidatos deben hacer ya propuestas serias, alejadas de promesas populistas. La pobreza que se extiende y el poco tiempo que le quedará para gobernar deben obligar a los candidatos a entender que no es cualquier reto al que se le quieren medir y que el elegido solo tendrá un año y 8 meses para iniciar una transformación.
Cartagena necesita de un líder que trabaje por la seguridad, que luche por recuperar el espacio público, que gestione para que proyectos como la protección costera y la recuperación de Playetas sean una realidad, y que invierta esfuerzos y recursos en los colegios que tienen problemas de infraestructura.
En dos meses se sabrá quién es el noveno alcalde que pisará el Palacio de la Aduana en menos de siete años, una cantidad que refleja la inestabilidad de la ciudad, y que los ciudadanos, con buenas decisiones también debemos ayudar a superar.
La lista de tareas que se le avecinan al nuevo alcalde es larga, pero es fundamental que priorice y más importante aún, que cumpla.
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