Editorial


El daño del turismo sexual

El incremento de la prostitución en Cartagena durante los últimos años es motivo de gran preocupación. Esta actividad, además de sus daños ‘colaterales’ como son el abuso a menores, el consumo de drogas y sus implicaciones de violencia y sordidez, y el ambiente de la ilegalidad absoluta, es un ejemplo que causa estragos en la población local al validar una profesión que debería ser objeto de atención médica y sicológica como un mal social y no como un ítem más del menú turístico que debería ser estimulada.

Alrededor de esta actividad entre adultos que la ejercen su libre albedrío, aunque sea ilegal, también son victimizados menores de edad de ambos sexos que son ‘vendidos’ de diferentes maneras por las redes de prostitución infantil infiltradas en las operaciones normales del turismo legal y normal, teniendo la colaboración de algunos taxistas, porteros de hoteles, guías y otras personas que están dentro del gremio. Son una minoría, pero hacen un daño enorme.

La deportación de un israelí dedicado en grande a la prostitución, con su base de operación en Santa Marta e intereses ‘hoteleros’ en otras ciudades, Cartagena incluida según las autoridades, es una bocanada de aire fresco pero no es una solución definitiva porque no necesariamente acaba con este problema. A su alrededor había una red delictiva que no desaparecerá porque sí, sino que alguien tratará de ocupar el puesto dejado vacante por el extranjero para seguir con el negocio.

Están las prostitutas, que son las víctimas a pesar de serlo libremente buena parte de ellas, y luego están las demás estructuras de malandrines para mantener la operación, desde personas armadas hasta los proveedores de drogas para las bacanales. Si las autoridades no van tras estas estructuras y las desmantelan, solo habrá un cambio momentáneo y un reacomodo en la cabeza del negocio, pero el mal seguirá allí intacto. Se le abona al Concejo de Cartagena su preocupación por esta situación en la ciudad y su exigencia de investigar a los actores locales.

Además de todos los daños antes mencionados que representa la prostitución, incluido el de salud pública, física y mental, también está el de la reputación de Colombia como destino turístico, que podría venirse al suelo y ser abandonada por los turistas que sí son deseables, que son todos los decentes y sanos que vienen a irrigar la economía legal y no la ilegal, y que crean una cantidad enorme de empleos formales.

 

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