Editorial


Educación y Policía

EL UNIVERSAL

13 de junio de 2018 12:00 AM

El comandante de la Policía Metropolitana de Cartagena (MECAR), general Luis Humberto Poveda, le dijo a El Universal, palabras más, palabras menos, que reducir la delincuencia depende en buena parte de la educación. Antes de su llegada, 10 policías tenían como misión labores educativas en la comunidad, y ahora, bajo su mando, hay 70 policías en esa actividad, una apuesta importante considerando las demás necesidades de un sitio como Cartagena, llena de atracos y de actos violentos que requieren una buena capacidad represiva de esa entidad a toda hora y en variados lugares, y que como casi todas las ciudades y pueblos de Colombia, está demasiado corta de policías.

En los países y las ciudades en donde sí hay una buena educación de tiempo atrás, un solo policía puede hacer muchas labores sin ayuda y abarcar mucho terreno en un día, porque la cultura general es propicia y su solo uniforme infunde respeto en la ciudadanía. Respeto quiere decir admiración y aceptación, y no miedo. Aquí un solo policía puede hacer muy pocas cosas porque la ciudadanía no respeta lo suficiente a estos servidores de la población, y para ser efectivos y para estar más seguros deben andar al menos de dos en dos.

La educación de la ciudadanía es la que permite que la gran mayoría de las personas obedezcan todas las reglas y señales, tanto para conductores de vehículos como para peatones. Un ciudadano educado no se vuela un semáforo, ni se cuela de primero en una fila de autos en una intersección para no hacer la cola en el carril correspondiente, como la hacen la gran mayoría de los conductores serios.

De igual forma, cuando hay educación los peatones cruzan por donde deben, es decir, por las cebras, y obedecen los semáforos para cruzarlas. El solo observar estas buenas conductas elementales incrementa la seguridad de todos los ciudadanos y mejora la movilidad, y además, libera a policías para hacer labores más importantes que estas, como prevenir el crimen y capturar delincuentes, pero en Cartagena a veces parecería que cada ciudadano necesitaría que un policía anduviese tras él para que cumpla con su deber elemental y mínimo como ciudadano.

Una de las mayores frustraciones de la Policía y de la ciudadanía tiene que ser la actitud laxa de la Justicia con los delincuentes, que parecieran tener todas las garantías para cometer crímenes en la más absoluta impunidad, ya que reinciden a sus anchas. Reformar a la Justicia para que esté del lado de la ciudadanía es una asignación pendiente para el siguiente gobierno de Colombia a partir del propio 7 de agosto.

Mientras tanto, el Gobierno haría bien en hacer todos los esfuerzos para incrementar el pie de fuerza de la Policía y de las demás armas de la Nación para que puedan copar todos los rincones del país, especialmente aquellos que están en manos de las bacrim antiguas y nuevas, incluyendo a las ‘disidencias’ de las Farc.

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