Editorial


Control a embarcaciones menores

En nuestra edición de hoy llevamos algunas estadísticas de las labores de la Dimar y de Guardacostas al controlar las embarcaciones menores en la bahía de Cartagena y en las zonas insulares. Los controles incluyen que los papeles de las lanchas y de sus operadores estén en regla, al igual que hayan pasado las inspecciones periódicas que exige la norma, que tengan los salvavidas disponibles para sus pasajeros, que sus operadores pasen pruebas de alcoholemia cuando sean requeridos.

El problema para poder hacer un control efectivo de las lanchas que transportan turistas no está en el muelle oficial, como es el de La Bodeguita, donde es fácil hacerlo, sino en todas aquellas naves que zarpan de otros muelles sin que estos estén controlados por las autoridades.

Está fresca la tragedia de hace pocas semanas, cuando una lancha contratada por un grupo de jóvenes para un paseo regresaba de noche a Cartagena, navegando sin permiso, y chocó contra una boya de amarre de la Casa de Huéspedes Ilustres, o casa presidencial en Cartagena, en aguas prohibidas para navegar a cualquier hora dada la necesidad de mantener la seguridad. El choque lanzó a todos los ocupantes de la lancha al agua, ahogándose una joven y un joven, una pérdida trágica. Tanto el piloto como su ayudante habían tomado trago según la prueba de alcoholemia que les hizo la Policía Nacional.

Los dueños de embarcaciones particulares tienen todo el derecho de tener huéspedes en estas y de recogerlos en algunos de los muelles públicos de la ciudad, pero estos también son usados por embarcaciones turísticas a plena luz del día sin que se vean operaciones efectivas en su contra allí.

En algunos muelles de la Miramar, por ejemplo, el embarque y desembarque de turistas es obvio, y también parecería que en ese barrio hubiesen hospedajes turísticos, ya que algunos de los pasajeros llegan a pie, escoltados por las mismas personas los sábados y domingos, fácilmente reconocibles como ligados a ese turismo, quienes los entregan a las embarcaciones.

Es en circunstancias y lugares como los anteriores, que se repiten en los muelles de otros barrios, que las autoridades, que en general hacen un excelente trabajo y que cada vez lo mejoran, deberían estar más vigilantes para que no se les ‘cuele’ nadie, y también en las playas, donde los operadores informales van a reclutar pasajeros ingenuos o imprudentes para hacerles un ‘tour’ que usualmente termina mal, ya sea porque los engañan o porque tienen inconvenientes mecánicos, los que en algunas veces anteriores causaron hasta naufragios.

 

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