Editorial


Canales pluviales atiborrados

EL UNIVERSAL

04 de marzo de 2018 12:00 AM

Hace unos años les preguntamos a algunas personas consumidoras de café mañanero en el Centro Histórico, comprados a los ‘tuchineros’, que por qué arrojaban los vasitos plásticos vacíos a la calle una vez se apuraban el café, y nos respondieron que así les daban empleo a los ‘escobitas’ que deben barrer el Centro. Un sentido de solidaridad bien intencionado, pero mal entendido, daba al traste con el dicho de que ‘la basura no se tira, sino que se recoge’.

Ese mismo sentido arraigado de solidaridad mal entendida puede estar teniendo el mismo efecto en los caños de desagües pluviales, que durante años han sido la vaquita lechera de algunos contratistas que los limpian, con la garantía de encontrarlos siempre llenos de basuras en poco tiempo. No hablamos de la maleza acuática ni de los arrastres de tierra de los costados de algunos canales, que van a dar aguas abajo, sino de basuras.

En los canales pluviales pueden encontrase desde ‘cascarones’ de neveras viejas, mobiliario antiguo como sofás desvencijados y raídos, zapatos desgastados o desechos de obras de albañilería, hasta las basuras domésticas del diario: portacomidas de icopor y diversos empaques desocupados, además de frascos y demás objetos plásticos, incluyendo por supuesto una buena cantidad de bolsas.

Durante décadas los beneficiarios de la ‘vaquita lechera’ contrataban a los propios vecinos de los canales para limpiarlos, creando un reflejo condicionado, parecido al de los tintos, más o menos así: ensuciar los canales es bueno, porque paga salarios en la zona y alivia la situación de los ‘varados’.

Luego de hacer campañas permanentes de educación en barrios y colegios, arrojar basuras al suelo, a los canales o a cualquier parte distinta a una caneca, debería volverse no solo punible por ley, sino que no hacerlo debería ser una conducta interiorizada desde la infancia por toda la población, incluyendo la de estratos altos, algunos de cuyos integrantes bajan las ventanas de sus autos para arrojar basuras a la calle en cualquier parte, hasta en sus propios barrios. Para estas personas que se suponen ‘educadas’, las multas deberían ser astronómicas.

Pero para poder hacer lo anterior con probabilidad de éxito y con equidad, es indispensable tener un servicio eficiente de disposición de basuras en todas partes, especialmente en los barrios aledaños a los canales, o todo esfuerzo será inútil. Mientras tanto, el aseo de los canales requiere una política constante de educación a los niños de Cartagena, que ojalá ayuden a educar a sus padres.
 

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