Editorial


Cabalgatas aprobadas

Ayer el Concejo de Cartagena institucionalizó y reglamentó las dos cabalgatas tradicionales en la ciudad. La primera es la de las Fiestas de La Virgen de la Candelaria, cuya fecha tradicional es el 2 de febrero; y la de Las Velitas de la Inmaculada Concepción, el 7 de diciembre por la noche.

Estos dos eventos tienen una tradición larga, especialmente el primero, incluyendo subir La Popa a caballo para las novenas, tradición que dio paso a hacer una sola cabalgata el 2 de febrero, pero por una ruta plana, usualmente entre Bocagrande y la Ermita del Pie de la Popa, con algunas variaciones menores de un año al otro.

Las cabalgatas tienen a su favor, además de ser un espectáculo que le gusta a muchos, que son una tradición, como ya mencionamos, además de un factor económico, y en particular, de generación de empleo. Para muchos dueños de caballos, estos eventos son la razón de ser para tener sus animales. Cuidarlos es una labor, contraria a la de la ganadería, muy intensiva de mano de obra, especialmente importante para un sector tan deprimido como el campo.

Las pesebreras emplean profesionales para montar y entrenar los caballos; otras personas para asearlas; hay especialistas para ponerles las herraduras y para fabricar aperos y monturas; los camioneros deben llevarles de forma periódica las ‘camas’ sobre las cuales duermen, usualmente cascarilla de arroz, aserrín o viruta de madera, que una vez usada se convierte en abono; y por supuesto, se les suministra pasto picado y cereales concentrados. Proporcional al área que ocupan, las pesebreras emplean muchísima más gente que la mayoría de las actividades del campo.

El problema de las cabalgatas urbanas es que la población creció muchísimo, pasando de casas de familia a grandes edificios en casi toda la ciudad, pero sin que ampliaran las vías, que son las mismas de hace 50 años y cualquier calle que se le quite al tránsito automotor causa enormes trancones en las demás, mucho más grandes de los que de todos modos ya hay casi todos los días con el tráfico “normal”. Estos trancones le ganan muchos contradictores a las cabalgatas.

El Concejo, al aprobar estas dos, tomó las medidas que antes no existían para tratar de minimizar los aspectos negativos. Prohibió que los jinetes consuman bebidas alcohólicas, lo que debe agilizarlas y evitar el maltrato animal. También anunció que sus reglas intentan “garantizar el orden y la salubridad pública, la integridad y seguridad de los participantes y espectadores; el bienestar de los animales, la sana convivencia, la conservación de los bienes públicos y la tranquilidad ciudadana (...) sin que se vean afectados los derechos a la libre movilidad (...)”

Como iban, las cabalgatas urbanas tenían sus días contados en Cartagena. Ojalá que ahora, con las normas establecidas por el Concejo, puedan coexistir con un mundo urbano que vive de carreras y de mal genio, y vuelvan a ser el espectáculo amable y bonito que eran. 

 

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