Como dijimos aquí hace unos días, nos parece muy positivo que para proteger el desove de las tortugas carey, en peligro de extinción, Minambiente se haya apersonado de algunos de los problemas de Playa Blanca y que su despacho cerrará durante siete meses la parte norte de ese paraíso de arena antes intocado y ya sobrecargado con todas las pestes de la ‘civilización’: basuras no degradables, aguas servidas, tala de manglares y una explosión en las construcciones que han reducido el área de arena y sobrepoblado el sector de manera inmisericorde. La omisión imperdonable de diversas administraciones permitió que esto sucediera y recuperar lo invadido siempre es más difícil que no dejarlo invadir, pero la negligencia oficial que nos caracteriza nos condena a que en vez de prevenir con tesón y autoridad las conductas indeseables, haya que tratar de remendar los errores a los trompicones.
Minambiente, ya que está en realidad preocupado por Playa Blanca y juega un papel crucial para recuperarla, debería también apersonarse del famoso e inexistente estudio ‘integral’ de las islas del Rosario que haría Parques Nacionales y determinaría qué hacer para protegerlas de desaparecer en el agua dada la erosión causada por las olas que, gracias al creciente nivel medio del mar, ya entran derecho por encima de la maltrecha barrera coralina y se estrellan contra las distintas islas, erosionándolas. El tal estudio nada que aparece mientras las islas se deterioran a diario y de manera grave.
También deberían mostrarle las autoridades distritales a Minambiente lo que está pasando en las orillas de la ciénaga de la Virgen, no solo en La Boquilla, sino en Tierrabaja, donde no cesa el descaro de talar los mangles, rellenar las áreas de bajamar a la luz del día y luego ocupar y vender lotes. Para esto se requiere un músculo financiero más allá del que podrían tener los habitantes de la zona, y seguramente con solo hacer unas preguntas pertinentes, unas autoridades no omisivas podrían llegar al fondo del asunto para detener la depredación.
Alegra que Minambiente también está trabajando en La Popa, ese otro sitio emblemático e irremplazable pulmón verde de Cartagena, para montar unos ‘bosques de paz’, en lo que estuvo muy activo el alcalde (e) Sergio Londoño Zurek, y que permitiría recuperar partes del cerro y su bosque seco tropical ya en vías de extinción.
Aquí, como en todos los demás lugares, se requiere que colaboren con Minambiente otras autoridades y que cuidar el cerro se convierta en una política de Estado estable, y no en reacciones incompletas porque siguen talando el bosque, quemándolo y loteando las faldas del cerro. La vigilancia de este lugar y de todos los demás tiene que ser permanente, y quienes hagan este trabajo deben ser íntegros e impermeables a las ‘propinas’.
Aplaudimos la energía de Minambiente, pero todas las demás autoridades también tienen que meterle el pecho a estos abusos para poderlos detener.
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