No apareció de la nada, como en el Génesis, ese manto de agua de 1.740 millones de metros cúbicos que cubre una extensión de 7.400 hectáreas de un territorio fascinante, misterioso y mítico, el Sinú, Departamento de Córdoba, que tiene igual número y más de aproximaciones dependiendo del interés, los ojos y el pensamiento de quien ose arrimársele. Vale decir, un territorio, un espejo de agua, un bosque, una fauna, una flora, un hábitat humano, que se lee de diversas maneras, desde el ámbito geográfico, cultural, antropológico, económico, social y cultural, pasando por el ojo avizor del desarrollo capitalista, el geopolítico, estratégico y militar. Cuanto de interesante tiene Urrá en los apartes que arriba hemos dejado anotados, igual los tiene y tenido desde su origen en 1949, de controversiales y polémicos en aquellos que de suyo entraña un megaproyecto de su naturaleza para el desarrollo y autosuficiencia del sector eléctrico colombiano. Bien podría decirse de Urrá, y por cierto que así se predica en diversos escenarios, que ya todo está consumado y que cuanto se diga al respecto no vienen a ser sino larguezas y banalidades que no conducen a nada. Pero Urrá está viva y rebosante y contribuyendo al perfeccionamiento de un sector de nuestra economía que es clave para el país y de cuyo adelanto, en cuantía y calidad, depende cualquier emprendimiento para jalonar desarrollo, progreso y modernidad. Soy por tal, de los colombianos que contrariando corrientes de opinión discrepantes de la construcción y puesta en funcionamiento de la Central Hidroeléctrica Urrá I, cree y sostiene que este ambicioso proyecto sí valió la pena ejecutarlo por las razones económicas y regulatorias del control de las inundaciones producidas en la cuenca del Sinú, entre otras, que en su momento se invocaron como valederas técnicamente para la generación energética sostenible en la Región Caribe. Así mismo, soy de los que se juega al albur de sostener que todo aquello que se expone acerca de las implicaciones negativas que pudo desencadenar la construcción de Urrá I, tanto en el aspecto humano como en el social y medioambiental, hay que recibirlo con beneficio de inventario y someterlo al dictamen de la objetividad si cuanto persiguen quienes aseveran de ese modo es tener razón en ello. No es fácil, desde luego, conciliar pareceres en asunto tan sensible y tan traído del interés múltiple que gravita en torno de él, máxime cuando han transcurrido 60 años desde su gestación y no hay todavía un consolidado de coincidencias que primen positivamente en la necesidad y utilidad de esta obra. No obstante, algo sí queda claro y es que hoy Urrá, sesenta años después de contratado el primer estudio por el Gobierno Nacional, es una realidad que asoma los objetivos que despuntaron entonces para su construcción: riego, navegación, drenaje y generación de energía. Y con un potencial para alumbrar otras posibilidades de desarrollo en su ámbito: ecoturismo, agroindustria, ganadería, madera y pesca. *Poeta, escritor, periodista. elversionista@yahoo.es
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