“En la Clínica San Juan de Dios luchan por su vida dos de los tres jóvenes que fueron baleados por cuatro sicarios en moto que incursionaron en el barrio Henequén”. Noticias como esta aparecen a diario en la prensa local. Cambia el nombre del barrio popular, y los de los jovencitos, que nadie recuerda al minuto siguiente. Pero, en esencia, es siempre lo mismo: a plena luz del día llegan unos motociclistas y comienzan a disparar contra un grupo de personas. Comerciantes, abogados, médicos, líderes comunitarios, gentes sin oficio conocido, son asesinadas y casi nunca sabemos quién lo hizo ni por qué. En el periódico de antier, al lado de la anterior, apareció la siguiente información: “Para esta temporada, las autoridades policiales desplegaron un plan de seguridad amplio, para evitar hurtos, accidentes, crímenes y alteraciones del orden público. Un total de 2.900 uniformados se ocuparán de proteger a la comunidad, informó el brigadier general Ricardo Restrepo Londoño.” ¿Curioso, verdad? El brigadier general Restrepo nos informa que 2.900 policías “se ocuparán de proteger a la comunidad”. Al leer las dos noticias, los cartageneros comunes y corrientes se deben estar preguntando qué quiso decir el señor general por “comunidad”. ¿Se refería a la ciudad con sus cientos de miles de habitantes? ¿Incluía su concepto de comunidad a los numerosos barrios en los que los ciudadanos viven aterrados por la violencia, hasta tal punto que al llegar la noche no se asoman a la puerta de la calle, ni para tomar fresco? La verdad es que no. El alto oficial estaba hablando de los operativos para la temporada de Semana Santa. Acerca de la seguridad para los turistas que arribarán en los próximos días. Nunca en mi vida había visto yo tanto policía en las calles del centro de Cartagena. Un turista europeo o norteamericano sentirá algo de miedo ante el espectáculo de un centro turístico tomado literalmente por la policía. Pensará de inmediato en los niveles de inseguridad de un país que se ve obligado a una vigilancia tan extrema de las calles coloniales de su ciudad más atractiva. En las suyas es muy raro ver policías, a no ser que una amenaza seria lo justifique. Tengo la impresión, sin embargo, de que no se trata de un error. De que en verdad hay problemas muy serios de violencia sin control en Cartagena, hasta tal punto que necesitamos proteger a quienes vienen a gastar en los hoteles, restaurantes y discotecas de la amenazante realidad social que padecemos los cartageneros. De modo que no es, en sentido estricto, la comunidad local la que será protegida por los casi tres mil policías, sino la comunidad de visitantes la que requiere de la protección contra los síntomas del malestar social de la ciudad y, claro, del país. Como la ciudad se llena en estos días, sobre todo, de turistas nacionales, a quienes ver policías en las calles los hace sentir seguros, los empresarios del turismo tienen razón para sentirse satisfechos con su alcaldesa. También tenemos que agradecerlo los cartageneros que frecuentamos cotidianamente el centro. La potencial amenaza nos afecta de manera directa. ¿Pero, y en Henequén? Pues seguirán matando…; sin policías en las calles como en Europa. *Historiador. Profesor de la Universidad de Cartagena. alfonsomunera55@hotmail.com
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