Columna


Sorpresas

ROBERTO BURGOS CANTOR

15 de mayo de 2010 12:00 AM

ROBERTO BURGOS CANTOR

15 de mayo de 2010 12:00 AM

Una de las circunstancias que llaman a la reflexión por estos días de esperanzas sostenidas con disciplinas empecinadas, y de anuncios de resultados fatales, tiene que ver con el surgimiento de unas manifestaciones de lo que llaman la voluntad popular, capaces de modificar el amarrado porvenir inmediato. El país se había entregado a la travesía por un destino cuyas rutas estaban marcadas desde hace años. La tensión entre el silencio de enigma de las gentes y la imposición de un sector que detentaba los liderazgos jamás mereció una consideración seria y respetuosa. Las soluciones provisorias ante el fantasma desatado de la vida colombiana, la violencia, apenas si empezaban a experimentarse cuando ya asumían una condición de permanentes e intocables. Este rasgo de la política nacional, hacer perpetuo lo momentáneo, atrasó el encuentro de Colombia consigo misma, con su merecida modernidad. Es probable que los jóvenes que llenan de vida a los medios electrónicos no tengan en cuenta el pasado. No es reproche. Cada quien tiene derecho a la escogencia de su pasado si acaso lo requiere. Pero ahí está para negarlo o aún para modificarlo. A lo mejor su negación sea una forma inédita de transformarlo. Así Colombia se fue desprendiendo de la formalidad de unos partidos políticos que reclamaban para sí el sello de históricos. Fuera de ellos no existía la historia, ese tremendo rumor de catástrofes que el ángel de Walter Benjamín supo ver. Para los jóvenes será apasionante conocer de dónde venimos. Para situarnos en la contemporaneidad se pueden precisar los procesos entre el López Michelsen reprendido por anunciar, al inicio de su gobierno liberal, que iba a chambonear, y seguir por lo que César Gaviria denominó el revolcón y fue aplaudido, hasta la gestualidad de las nalgas de Antanas Mockus en la regencia de una Universidad. Parecería que mencionar personas liberales alberga cierto fanatismo. Es sólo un hilo de la historia. Sin duda el esforzado y riesgoso acto en búsqueda de la paz de Belisario Betancur es memorable. Aceptó enfrentarse a un ideal. Los seres humanos apenas celebramos en las acciones del gobernante el éxito. Desdeñamos la impresionante lección del fracaso. A pesar de tanto que permite comprender de la condición de los hombres y las mujeres y los niños. Años después de Betancur, Andrés Pastrana se metió al laberinto. Pero las derrotas no tienen madres. Ni padres. Es interesante que quienes conocen afirman que Álvaro Uribe Vélez es engendro de Julio Cesar Turbay Ayala. Pero en un mundo alterado por la fuerza de los criminales. Por su poder creador de un Estado paralelo. Oponer a tamaño obstáculo la lela virtud de trabajar es una irresponsabilidad. Un impedimento del lastre del pasado. Los jóvenes de hoy no quieren más ese país de himnos falsos, de retóricas vacías. Son ellos quienes de un día al otro están mostrando que estamos en otro territorio, que las carretas de la seguridad tal y los autoritarismos del padre, padrone patrono pútrido, nos mamaron. Ojalá, como en Star Wars, Antanas, el de Nijole, reciba esa fuerza, se libere de los miedos y sepa que, sea lo que sea, lo que esperamos es una moral que abra las compuertas de este país atollado. El lituano, O.W. de Lubicz Milosz lo intuyó: Yo nada sé de tu pasado. Has debido soñarlo. *Escritor rburgosc@postofficecowboys.com

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