“Buscamos soluciones que “arreglen los problemas”, como si éstos fueran externos y se pudieran corregir sin ‘arreglar’ aquello que está en nuestro interior y condujo a su creación”: Peter Senge. Por la misma naturaleza inquieta y fundamentalmente emocional de nosotros los humanos, la vida que se cocina dentro del sistema organizacional genera muchas veces conflictos o inconvenientes que terminan perjudicando la satisfacción de los empleados. Dicha insatisfacción crea una espiral de infortunios, un efecto dominó que al final termina reduciendo ventas y utilidades, y a veces destruyendo compañías enteras. Punto clave: los empleados son la llave para cualquier ventaja competitiva. Depende de los empleados el éxito…; o el fracaso. Richard Branson, fundador y genio impulsor de la marca Virgin, dijo alguna vez: “Nosotros le damos prioridad a los intereses de nuestros empleados, después a los de los clientes, y por último a los de nuestros accionistas”. La lógica es simple: los empleados felices mantendrán clientes felices, lo que con el tiempo producirá accionistas felices. Lo contrario de ninguna manera funcionaría. Senge sugiere que la intimidad es una de las formas más efectivas de impulsar una empresa. “En las organizaciones, la intimidad comienza con el compromiso de conocer a la gente que está detrás de la máscara de un título, un puesto, o una función". La intimidad permite que los integrantes de un equipo (jefes, subordinados y todos) se conozcan bien entre sí: intereses, sentimientos, creencias, y aspiraciones, por lo que las conversaciones son francas y sinceras. Entienden que en ellas se transmite un solo y auténtico mensaje, lo que hace que la confianza florezca. Los empleados ganan en satisfacción y en productividad porque se sienten más valorados, y terminan siendo más fieles porque ven que la organización les ha abierto el corazón. La intimidad entonces resulta ser muchísimo más efectiva que la mera autoridad, ya que ésta última es reactiva (condena el talento de cada individuo), mientras que la intimidad propicia un ambiente proactivo: “crear por mi propia iniciativa porque soy parte de algo que deseo y en lo cual confío”. Para lograr intimidad nadie se tiene que entrometer en los asuntos privados de otro, nadie tiene que revelar sus secretos, ni transgredir límites. Lo importante son las opiniones verdaderas, abiertas, como pares humanos que sin ningún tipo de máscara revelan sus opiniones y sentimientos ante una idea, propósito, o incertidumbre. Todos aprenden de todos sin importar quién es el jefe. Con razón Jack Welch, el famoso ex presidente de General Electric, insiste en la necesidad de que los ejecutivos dialoguen de manera sincera e informal con sus empleados. “La formalidad suprime el diálogo, la informalidad lo alienta”. Además, la mayoría de las innovaciones se incuban por medio de un diálogo intenso, abierto, sincero y, sobretodo, informal. ¡Podría comenzar pidiendo a sus empleados que no le digan Señor(a)! Al final, la intimidad permite que la calidad de las decisiones mejore gracias a la franqueza y la fidelidad a un propósito común. Y se resume en un precepto simple pero genial: es el reconocer a la persona como una totalidad, no como una función o una herramienta para lograr algo. *Director de Criterium Investigador de mercados – mercadólogo – asesor estratégico gerardo@criterium.com.co
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