Columna


Reparos y esperanzas

ROBERTO BURGOS CANTOR

22 de mayo de 2010 12:00 AM

ROBERTO BURGOS CANTOR

22 de mayo de 2010 12:00 AM

Las reflexiones que propone el paisaje de lo electoral, las cuales se aventuran para buscar un norte en la borrasca, en el caso de esta columna han recibido reparos. Se sugería aquí la probabilidad de que la candidatura de Antanas Mockus encarnara algo de lo mucho que la gente quiere, sobre todo la ola de muchachos que, encerrados en un presente de calabozo, tejen la red electrónica que amplía su mensaje. Ese algo es la reinstalación de la ética, la transparencia, el respeto en el desmedrado territorio de lo público. Con todo y lo coyuntural que pueda tener un deseo como el anterior, parece que constituye algo razonable en el desierto en que se convirtió la política. La mayor dificultad para los deseos colectivos es que se esfumó la concepción de lo político, sepultada por el menudeo de la necesidad cuando no por el vulgar enriquecimiento individual. Uno de los reparos vino de la admirada abogada, comprometida como la que más en causas de las mujeres excluidas, violentadas, invisibilizadas, María Ximena Castilla. Sus batallas jurídicas sin cuenta despiertan respeto. Y en mí, también, cierta complicidad por ser la sobrina de aquel famoso reportero, Ximénez, que está en las fuentes de nuestro periodismo literario. Ximena ha planteado que el conservadurismo autoritario de Antanas (aprovecho el tiempo que queda para decirle Antanas antes de que los alamares del mando supriman el apreciable acto de igualdad) hace imposible la construcción de un aire distinto en el cual el país y sus nacionales nos dediquemos a los esfuerzos virtuosos de tejer sociedad dentro de una propuesta compartida. Por esta razón ella, heredera del radicalismo de don Fernando Hinestroza, votará por el programa del exmagistrado Araújo Rentería. Otra observación fue de la consultora en medio ambiente, Himelda Gutiérrez. Con severa sinceridad ha expresado sus dudas sobre el entendimiento por parte de Mockus de la necesidad de frenar de una vez las artimañas del lucro como motor devastador de los recursos naturales. No les faltan motivos a Ximena y a Himelda para sus preocupaciones. Una irresuelta desgracia nos tiene prisioneros de ese margen mezquino en el cual se escoge el mal menor. Algo ha ocurrido en la historia colombiana para no haber vuelto a tener los estremecimientos de un Núñez o un López Pumarejo. Ya sé que a don Alberto Lleras le parecían abominables los reformadores. Hay que insistir en rescatar a Mockus de su laberinto. No hay símbolos ni filosofías. Lo que se observa, por lo menos en la respuesta dada a Gustavo Petro, o en el tema de las fumigaciones, es la peligrosa prolongación de modelos de gobernancia condenables. Petro, nos guste o no, representa un logro del ideal democrático. Dejó las armas y se incorporó a la vida civil con un admirable desempeño en el Congreso Nacional. Al desconocer esto se hace más complicado el ejercicio de una izquierda democrática en Colombia. En crueles disyuntivas uno, lector de novelas de espionaje, se inclina por el factor humano. En esa esperanza, ilusa y digna, algo surge. En tanto rogar a Rocío Londoño, de rigurosa formación y poder discreto de persuasión, a Carmenza Saldías, leal y estudiosa, a Carlos Hernández sin apegos interesados, a Paul Bromberg, crítico insobornable, que ayuden a la fe del candidato. *Escritor rburgosc@postofficecowboys.com

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