Cuando Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena en 1533, pensó en grande; cuando, a partir del siglo XVI se inició el formidable complejo defensivo (fuertes, castillo, baluartes y murallas), se pensó en grande; cuando en el siglo XVII se cierra la Boca Grande (La Escollera) y se habilita a la navegación por la Boca Chica, pensaron en grande; cuando en 1650 Don Pedro Zapata de Mendoza, Gobernador encargado, abre el Canal del Dique y convierte a Cartagena en puerto fluvial, pensó en grande; y, cuando los patriotas criollos deciden el 11 de noviembre de 1811 declarar la Independencia absoluta ante la faz de la tierra, pensaron en grande. Después de la Independencia cae Cartagena en un letargo. Pero al finalizar el siglo XIX, durante la era Núñez, Cartagena reacciona con la apertura de su puerto a los buques a vapor, adecúa el canal de acceso, construye el muelle de la Machina, canaliza El Dique y construye el ferrocarril de Cartagena a Calamar: se pensó en grande. Sin embargo, puede decirse que ahora los cartageneros actuamos con temor; nuestros planes son de carácter inmediato, a corto plazo. Desde hace unos pocos años se viene sintiendo la necesidad de construir un gran aeropuerto que sirva por igual a las ciudades de Cartagena y Barranquilla. La idea, por momentos, cobra fuerza, ya que su sitio equidistante obligaría a la construcción de una autopista formidable. Así, quienes lleguen al nuevo aeropuerto quedarían a unos 40 minutos de una u otra ciudad. Desde luego que a nosotros nos resulta muy cómodo tener el aeropuerto en Crespo, pero en ese sitio no se pueden hacer más ampliaciones, lo que nos sujeta a recibir aviones de tamaño limitado. No importa que el nuevo aeropuerto quede en Bolívar o en el Atlántico, porque es una obra nacional, factor de progreso para la Costa Caribe. Además, representaría una gran economía para la Aeronáutica Civil y para las líneas aéreas. Todos sabemos que los barcos que entran a la bahía de Cartagena tienen que transitar por un canal debidamente señalado por boyas y faros. En 1934 poco antes de la inauguración del Terminal Marítimo de Manga, la compañía constructora del nuevo terminal, Frederick Snare Corporation, dragó en el sector de Bocachica y dejó el canal a 38 pies. Esta profundidad fue la adecuada en ese momento. Pero los barcos modernos van aumentando de tamaño y de calado. En 1990, cuando ocupaba la gerencia del Terminal Marítimo el señor Alfredo Ospino Echeverría, se puso de presente la necesidad de ampliar el canal de acceso tanto en profundidad como en ancho, para lo cual se proponía hacerlo por el sitio denominado El Varadero, dejando de lado el paso entre los fuertes San Fernando y San José. En ese entonces (1990) el proyecto quedó en manos de “Colpuertos”, del Centro de Investigaciones Oceánicas e Hidrográficas de la Armada Nacional y del Inderena. Todo parecía indicar que la ampliación sería por El Varadero. Para mi sorpresa, cuando se iniciaron los trabajos fue por el canal tradicional, y lo que debería hacerse en uno o dos años, se tomó nueve. Las cosas han mejorado, pero con la ampliación del Canal de Panamá llegarán buques de mayor eslora, de mayor manga y de mayor calado. Lo aconsejable es acometer la obra por El Varadero y dejar en paz a San Fernando y a San José. *Asesor Portuario fhurtado@sprc.com.co
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