La epidemia de la “vejez” se prolifera sin encontrar la cura. Es una realidad que se nos presenta a diario en el transitar de la vida y que atañe sin excepción a todos los seres humanos, que por tener una salud de oro llegan a la longevidad debiendo ser tratados como a unos tesoros: amados, valorados, venerados, resguardados, admirados. ¿Es pecado ser viejo? Juan David nos cuenta que el 19 de febrero de 2009, se indignó al escuchar a un funcionario de la Embajada de los Estados Unidos, en Quito, decir a su abuela: "usted es muy vieja para viajar a los Estados Unidos de América". Elsa, su abuela, es una mujer madura en años y experiencia de vida, es arrugadita, y por el paso de lunas, soles y jornadas de trabajo, está jorobada por el dulce y gratificante peso de haber sido madre, abuela, esposa y eje familiar, habla con voz entrecortada por haber dado consejos, ha perdido su audición por haber escuchado tanto. "Sí, ella todavía no ha perdido las ganas de vivir intensamente aun sabiendo que se encuentra en sus años otoñales y cercano su invierno". Después de esto, recomiendo el último libro La Resistencia de Ernesto Sábato quien tiene 97 años: "Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Este es uno de esos días". (Pág. 19) La vejez es la representación más sublime de la sabiduría. En algunos países los viejos son tratados como si fueran unos santuarios, ya que su sabiduría es única y sobre ellos escriben crónicas, cuentos, artículos (historia valiosa para la humanidad). Eso lo deberíamos tener en cuenta y pensar en lo siguiente: la vida no ha tratado a los viejos de la misma forma, ni les ha formado igual, pero a la hora de ser tales, los viejos, entre ellos tienen una complicidad escondida. Se juntan sin haberse visto nunca antes, en las plazas, en los parques, en los cafetines o en las manifestaciones, reclamando por la estupidez de los gobernantes que apresura su muerte, al disminuirles su jubilación y dejarlos de manera infrahumana mendigar sus pesitos en largas filas por horas enteras soportando las inclemencias del clima a la intemperie. La vejez es una materia que no se enseña, pero se aprende todos los días y a la que no todos los humanos llegan. Es una cátedra eterna, de la que pocos jóvenes quieren aprender. Las líneas del saber de los viejos se han escrito en las arrugas marcadas de la frente, en el pelo cenizo, o en el fulgor de la calvicie. Sin embargo, la incultura, la decadencia, la influencia y podredumbre que se origina en el poder económico, en el manejo de los medios de comunicación (consumista y consumidor), éstos han generado una nueva y macabra escuela, una actitud, un comportamiento 'antiviejos' en la sociedad de jóvenes del mundo, como si ellos se fueran a saltar la etapa de llegar a viejos. La consigna: “A los viejos el último lugar”, cuando debería ser el primero. Estos hombres y mujeres a quienes les debemos tanto, son materia de ofensas, de comedia, de burla. Y el más recurrido de todos los agravios es recordarle su condición viejos, a los viejos. ¡Cuánta miseria en nombre de la juventud! ¡Cuánta miseria en el corazón humano! licorcione@gmail.com
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