Columna


Lo trascendente del cambio

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

05 de junio de 2009 12:00 AM

ALBERTO ARAÚJO MERLANO

05 de junio de 2009 12:00 AM

Si hay algo en verdad difícil es aceptar de buena gana un cambio de paradigma. Porque cambiar de paradigma es como cambiar los lentes con los cuales hemos interpretado el mundo desde siempre por unos lentes nuevos que nos suministran una visión diferente de nosotros mismos y de la sociedad. Somos muy celosos en la conservación y defensa de nuestros antiguos paradigmas. Y mientras más urgente aparece la necesidad de cambio más testarudos somos en resistirlo. La socióloga Marilyn Furgesson sostiene que cada persona es guardiana de la puerta de su cambio y que esta solo se puede abrir desde adentro. Desde afuera se nos pueden ofrecer muchos argumentos elocuentes para persuadirnos pero si desde adentro no se mueve la llave, la puerta permanecerá cerrada y los argumentos, por convincentes que sean, nos resbalarán y pasarán de largo. En ocasiones un hecho de trascendencia singular puede inducirnos a mover la llave: un cambio de estado civil, matrimonio o divorcio, el nacimiento de un hijo; la muerte de un ser querido; haber estado uno mismo en inminente peligro de muerte; el repentino ascenso a un cargo de mando u otro acontecimiento semejante, pueden forzarnos a mover la llave y a experimentar un cambio de paradigma. Pero ese cambio puede significarnos el encuentro con nosotros mismos, el renacer a una vida nueva, a la vida para la cual fuimos diseñados. Si queremos que Cartagena se convierta en la ciudad ideal que todos soñamos en beneficio de un mejoramiento dramático en el nivel de vida de todos los ciudadanos, lo primero que necesitamos es que una masa crítica de cartageneros de diferentes niveles de la comunidad, experimente un cambio saludable de paradigma que nos permita seguir siendo alegres pero adoptando nuevas actitudes y conductas que nos hagan más desarrolladores de los propios talentos, más responsables, más íntegros, más ambiciosos, forjadores de grandes y audaces objetivos de vida, más respetuosos de las leyes y de los derechos de los demás, más diligentes, más serenos, más amigos del orden y la puntualidad. Menos dependientes, menos criticones. En fin, adoptar una nueva visión de vida y una nueva cultura ciudadana. ¡Ah! Si yo tuviera una varita mágica como las que tenían los personajes de los cuentos infantiles que me contaba mi abuela cuando tenía seis años, le diría: “varita de virtud por el poder que tú tienes métete en el corazón de nuestros conciudadanos, sobre todo al de los más pobres, enfermos, frustrados, para que le des vuelta a la llavecita que abre su puerta del cambio, para que se hagan más auténticos, más dueños de su desino, para que se persuadan de que el ejercicio de su talento predominante es la semilla de su felicidad, esto es, para que se dediquen a trabajar en lo que más les gusta, para que empiecen a soñar despiertos, a forjarse altos ideales, para que encuentren su misión de vida y se decidan a vivir el libreto que los llenará de buena salud, dicha y prosperidad y para que practiquen la serenidad, el amor, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza y demás valores que se derivan de éstas, que serán el motor que los conducirá a su realización cabal, al cumplimiento de su misión de vida. Si por convicción o por arte de magia consiguiéramos esos cambios, en pocos años esta ciudad estaría entre las más cultas y desarrolladas del planeta porque los ciudadanos adoptaríamos el talante que ha elevado a aquellas adonde ahora se encuentran. talarame@hotmail.com

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