Columna


La ingratitud

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

16 de mayo de 2010 12:00 AM

JAIME ALBERTO RESTREPO CARVAJAL

16 de mayo de 2010 12:00 AM

“A rey muerto, rey puesto”, sentencia el adagio. Cuando un presidente va de salida, sus admiradores empiezan a sentir cierta indiferencia e ingratitud, en la medida en que se alinean con el relevo; igual que con cualquier jefe al ser reemplazado. Algo así se sintió en la Sociedad Portuaria (viernes 7 de mayo), en un conversatorio de Uribe con el Gobernador, Alcaldesa, ministros, empresarios de Mamonal, ganaderos y los políticos, que no faltan. La salva de aplausos que siempre daba la bienvenida a Uribe no se oyó ese día. El presidente, fiel a su costumbre, saludó a muchos asistentes por nombre y apellido, pero en silencio. Era su despedida de Cartagena, ciudad que recibió ayudas cuantiosas de su gobierno; y atrajo inversiones privadas por más de 10.000 millones de dólares. Varios oradores enmendaron el error con un agradecimiento tardío a Uribe en sus discursos, pero el daño de la indiferencia sutil al recibirlo estaba hecho. Guardadas las proporciones, el clima que vive Uribe en la campaña electoral me recuerda al “General en su laberinto” (novela que Gabo bien pudo titular como esta columna): describe al Libertador luego de dejar el poder, cuando decide irse de Santa Fe hacia un sitio más amable en la Costa o exterior, porque ya no le reconocían sus glorias; lo insultaban con el mote de “Longanizo” y le arrojaban boñiga en la calle: “Andaba sin escolta, y comía y bebía sin ningún cuidado de lo que le ofrecían donde fuera. Sólo Manuela sabía que su desinterés no era inconsciencia ni fatalismo, sino la certidumbre melancólica de que había de morir en su cama, pobre y desnudo, y sin el consuelo de la gratitud pública.” El efecto “teflón” de Uribe (8 años con 75% de favorabilidad), que tanto perturba a sus opositores, podría ceder al llegar el rey puesto. Dicen los comentarios callejeros de la guerra sucia que después del 7 de Agosto, sus malquerientes quieren sentarlo en el banquillo de la Corte Penal Internacional con la tesis de haber cometido “crímenes de Estado, ordenados por él”. Nada más ingrato e injusto podríamos permitir los colombianos. Contrario a lo que sintió la mayoría con Samper, cuando su campaña recibió dineros de la mafia (no creímos que “fue a sus espaldas”), a Uribe muchos sí le creemos que delitos tan graves como las “chuzadas” y los “falsos positivos” fueron cometidos sin su consentimiento; él mismo pidió a la justicia castigos ejemplares si se comprueba que personajes de la Casa de Nariño y las fuerzas militares fueron los autores intelectuales. Nuestro Nobel pone en boca de Bolívar frases que Uribe podría hacer suyas, si le volteamos la espalda: “No tengo amigos; y si acaso me quedan algunos ha de ser por poco tiempo…; Me voy para donde me quieran…; Mi primer día de paz será el último del poder…; ya no tengo patria por la cual sacrificarme”. Los colombianos tenemos la responsabilidad enorme de elegir el mejor reemplazo posible para mejorar el empleo, salud, déficit fiscal, etc., sin claudicar en la seguridad y la lucha contra la corrupción (pública y privada). No quisiéramos oír, de labios de Uribe, los lamentos del Libertador cuando se precipitaba a su muerte: “Carajos, ¡Cómo voy a salir de este laberinto!... todo lo que hemos hecho con las manos lo están desbaratando los otros con los pies”. *Ing. Civil y MBA, Directivo Empresarial restrepojaimea@gmail.com

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